21 marzo, 2008

Jesucristo Superstar: cuando los problemas ya no se sumergen...

Cuando yo empecé a oír música, las canciones no terminaban. En un momento dado, que solía ser por el tercer minuto, el cantante repetía el estribillo incansablemente y el volumen de la música bajaba de forma gradual hasta que la canción dejaba de oírse. Era un bucle sin fin en el que, si el técnico de sonido no lo remediaba, dejaba al cantante repitiendo y repitiendo la estrofa sin cesar.

Las canciones hoy día son diferentes. Suelen tener un “chan chan” al final o un “popopón” orquestal. Esto tiene sus beneficios: antes, cuando los cantantes iban a programas de televisión y hacían su absurdo numerito del playback, si la canción no terminaba, se quedaban durante largos segundos cantando el estribillo final mientras el volumen se iba bajando lentamente. Era simpático descubrir en que momento el cantante se decidía por dejar de mover la boca, que normalmente era cuando el volumen ya estaba bajísimo y no valía la pena hacer el paripé.

Andrew Lloyd Webber revisó el musical Jesucristo Superstar a principios de los 90. La orquestó de nuevo y le dio un vuelco a los decorados y al vestuario. Las canciones ya no terminan bajando su volumen lentamente sino que, de repente, tienen “chan chan” o “popopón”, pero esencialmente, seguía siendo la ópera-rock que cautivó al mundo entero a principios de los 70.

La gracia de las canciones de musicales es que tienen su contexto. No existe la autonomía. Por eso son radicalmente diferentes a una buena canción de Elton John o Billy Joel, que tiene su vida propia de tres minutos, con principio, nudo y desenlace. En Jesucristo Superstar, las canciones son magistrales, pero adquieren todo su sentido y su dimensión en el engranaje de la obra. Es así con los musicales, con las óperas, con la zarzuela, con el cine musical... por eso, me parece una falta de respeto hacer un comentario despectivo de una canción sin conocer su contexto: por ejemplo, los profesionales que comentaron la gala de los Oscar de este año se llevaron las manos a la cabeza con las canciones nominadas pertenecientes a la película Encantada. En el periódico El Mundo, alguna periodista comentó algo así como: “no sé porque están nominadas, son unas canciones muy ñoñas”.

Sí. Las canciones de Alan Menken para Encantada son muy ñoñas. Nadie le explicó a la periodista que esta música, autoparodia del propio Menken de trabajos anteriores para la Disney, buscaba por encima de todo la cursilería y la ñoñería. Vamos, que la película va de una princesa de dibujos animados, con traje rosa, que de repente se encuentra viviendo en el mundo real. La gracia reside en su cursilería: un claro ejemplo de canción de musical que, en la gala de los Oscar de este año, estaba totalmente fuera de su contexto original.

Sigo con Webber y su Jesucristo Superstar: hace pocos días pude escuchar el CD del nuevo montaje en el Teatro Lope de Vega de Madrid. Ahora es la adaptación española de la adaptación que hizo Webber en los 90.

O esa es su intención.

No he visto el montaje en directo, pero una cosa tengo clara: es difícil hacer una versión en CD tan absolutamente mala y grotesca como esta. Mala, mala. Tengo grabaciones de grupos no profesionales que superan (con creces) el berenjenal perpetrado por esta versión.

A su favor debo decir que es probable que en directo suene mucho mejor. Incluso puede darse el caso de que la grabación se haya hecho en unas condiciones lamentables de trabajo y que sobre el escenario, la obra fluya a la perfección. No cuestiono la profesionalidad de los actores, cuestiono su CD.

A primera vista, el CD ofrece Jesucristo Superstar, la ópera-zen (el rock ya no está de moda). Las canciones, más lentitas y más acordes con la filosofía zen de vida (que no sé exactamente como es, pero me los imagino con las piernas cruzadas y platillitos de metal en los dedos) despiertan una extraña sensación en el que escucha: unas ganas terribles de ponerse en pie, abrir una puerta espacio-tiempo y llegar hasta donde se encuentre María Magdalena para darle un empujón revitalizante seguido de las palabras: “Espabila María, que nos dan las tantas”.

El cambio de traducción no ayuda. Ya no puedo ir con el coche cantando con ellos porque un artista ha decidido cambiar los textos en castellano. Pero los han cambiado tanto (o debe ser que no quieren pagar derechos de la antigua traducción, aunque ni siquiera sé si eso se paga) que traducen libremente del inglés y además, alejándose todo lo posible de la primera versión en castellano. Con los cual “Ya no sé como amarle” se convierte en “no sé como quererle”.

El cambio puede parecer intrascendente pero no lo es. Si cambias la traducción es porque se supone que lo vas a hacer mejor. Pero con esta versión sucede una cosa extraña: la gracia del lenguaje directo (por el que tuvo problemas a principios de los 70) ha desaparecido y los personajes vuelven a ser enigmáticos. Por ejemplo, cuando en la Canción de Judas este dice algo así como: “si seguimos en este plan nos van a matar”, ahora dice “si seguimos en este plan, nos van a callar”. Pero de verdad, ¿a Judas le preocupa que alguien le quiera callar? En ese plan, la historia del musical, con un libreto original absolutamente modélico, se pierde en el mar de las rimas fallidas, palabras repetidas y lo peor de todo, dos silabas para tres golpes musicales (esto siempre queda fatal). Imaginémonos tres notas: “do-re-mi”, si ponemos una palabrita pequeña como “me-sa”, la canción nos queda: “me-ee-sa”. Al final de una canción puede quedar gracioso, pero en medio suena a traducción cutre-cutre.

Y lo dejo aquí, porque el post es bastante largo y porque en vez de largar durante dos horas lo mal que me parece que destrocen este musical, lo mejor es oír tres ejemplitos de menos de diez segundos:

Primer ejemplo:

Los apóstoles saben mucho sobre Jesús, pero desde luego, de cantar ni idea. Creo que uno de ellos destaca sobre el resto y hace que el conjunto se resienta con unas descaradas desafinaciones. Es tan corto que te recomiendo que lo oigas un par de veces:



Segundo ejemplo:

Rimar no debe ser fácil y encajar palabras en música, menos. A no ser que lo hagas como Simón Zelotes. Así, sin preocuparse demasiado, es más fácil:



Tercer ejemplo:

Judas se lamenta en la Canción de Judas que abre el musical. Es más anecdótico, pero también, más gracioso:



PD: A lo mejor esto es algo cruel, pero repito, hablo exclusivamente del CD que han grabado. En ningún momento del espectáculo en vivo, que a lo mejor, hasta está bien...

5 comentarios:

  1. Vaya por Dios, me has quitado toda la ilusión de ir a ver el musical, jeje. Si a mi ya me daba la impresión de que en la primera adaptación española ya no había apenas nada de rock (con un gran detrimento para el musical a mi parecer), este versión "zen" debe ser la repera ya... Que conste que habla una profana de la música en nada experta, por si digo alguna burrada.

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  3. Sergioooooooo quita el post anterior q es un virus. no se os ocurra clikar!!!!
    Le he dado como una imbécil,creo q no es importante, estoy en ello.

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  4. Leí esta anotación en su día, pero el domingo fui a verla con toda la ilusión y he vuelto para comentar mi impresión..

    Y la verdad... no se de onde salen esos cortes, porque yo al menos no logro ni identificar ni la música ni las canciones, tal vez el directo me atonte (que en parte es así, me encanta la música en directo), pero a mi no me chirrió tanto, ni el texto ni la orquesta. De echo en el segundo corte que has puesto suena un violín y yo no oí ninguno.

    Igual a raíz de tu queja han revisado el libreto...jejeje En serio, yo salí del teatro bastante encandilado. Hay cosas y actores tal vez algo justos de voz y movimiento en el escenario, pero en conjunto vi una representación digna de este gran musical.

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  5. Pues de verdad, me alegro. Estoy convencido que, con el tiempo, han depurado la versión. Es el problema de los CDs de musicales: salen al principio de temporada, no cuando el musical ya está "entrenado".
    De cualquier manera, algún problema han tenido que cambiaron al JC a los tres meses de estrenar.

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