30 abril, 2010

El regalo que llegó de Alboraya

Impactado. La persona que me ha mandado este libro me ha dejado totalmente impactado. Y feliz, muy feliz.

Ayer recibí el típico certificado de correos para ir a buscar un paquete. Tengo pendiente un par de cosas de Amazon por lo que no me sorprendí en absoluto. La sorpresa es recibir algo que no has comprado. Dicho de otra forma: recibir un regalo inesperado.

Y ha sido alguien que lee este blog. Uno de ustedes. Tengo ciertas sospechas que hoy voy a investigar. Cuando escribí, en febrero, el post de José María Pou, literalmente puse: "Me quedo con la ilusión de que, algún día, ese libro de Lloyd Webber y Sondheim que tiene en una de las estanterías, será mío."

Y ya es mío porque uno de ustedes me lo ha enviado. Sé que vives en Alboraya (Valencia) y tienes un apartado de correos, que tonto de mí, no conservo porque estaba tan alucinado con el libro, que si darme cuenta tiré el sobre.

Y todo esto me lleva a una reflexión: muchas veces ni siquiera pienso en que estas líneas se pueden leer. Escribo porque es una forma de conservar recuerdos e incluso, a veces releo cosas que he escrito de películas que ya ni me suenan.

Tengo claro que hay cosas de este blog, sobre todo de los dos primeros años, que están bien. Otras, las más recientes, no tienen color ni interés. Supongo que es una cuestión de tiempo libre. Y siempre me olvido que tengo amigos ahí fuera que leen estas líneas, otros que no son amigos personales pero que lo conozco bien por sus comentarios...

Y hoy, después de casi un año sin visitar el Analitycs de Google, me doy cuenta de que tengo una media de 200 visitas diarias. Ni yo mismo me creo este número.

Muchas gracias a todos, y sobre todo, al anónimo que me ha mandado este libro. Estoy alucinando, pero feliz y contento. Si uno escribe una frase en la que expresa su deseo por un libro y a las dos meses lo recibe, me hace pensar que cuando escribo sobre una buena experiencia cinematográfica, alguien puede decidir que vale la pena ir al cine por ese comentario. Sólo por esas pequeñas cosas, tiene sentido darle al teclado de vez en cuando.

Este fin de semana, lectura en casa.

27 abril, 2010

Si la cosa funciona: ¿qué te gusta más: Manhattan o Annie Hall?

El cinéfilo, amante de las listas de películas, del cine de culto y que mira por encima del hombro a cualquier persona que adora una película comercial, de alguna manera siempre se posiciona. Y es que, por algún motivo, algunas películas se prestan a este juego. Por ejemplo, cuando en fines de semana consecutivos, tras una larga sequía de cine negro, se estrenaron en las salas comerciales dos clásicos como Uno de los Nuestros y Muerte entre las flores.

Y aunque adoro Uno de los Nuestros, yo me posicioné al lado de los Coen. En aquella época fue un poco duro defender Muerte entre las flores cuando se hablaba de la maestría de Scorsese. Incluso se me criticó por decir que una de las mejores películas de aquel año era Terroríficamente Muertos (Evil Dead 2), espléndidamente dirigida por el que en aquel momento era un casi desconocido Sam Raimi.

Y eso me lleva a pensar en lo obsoleto que estoy: las películas que más me gustan de los directores de moda son "las otras", las que parecen ser el camino para lograr sus supuestas obras maestras. Por ejemplo, ahora, que se venden Blu-Ray a mansalva de Avatar, me da pena pensar que Cameron se quede encerrado en ese mundo (como estuvo encerrado diez años en el mar rodando documentales tras Titanic) cuando la película que más me gusta del director es Abyss, seguida muy de cerca por Aliens y Mentiras Arriesgadas. Yo creo que cualquiera de estas tres películas le da mil patadas a Pandora.

Y de los Coen me gusta infinitamente más Fargo, Arizona Baby o Muerte entre las flores, que sus últimas incursiones, que son películas que están muy, muy bien, pero que no llegan a la maestría de las otras. Por cierto, su última película, Un hombre serio, es una genialidad.

Sigo con las comparaciones: los cinéfilos siempre se han decantado por uno de estos dos lados: o eres del Woody Allen de Annie Hall o eres de Manhattan. En realidad, aquí sí tiene sentido decantarse: la naturalidad de la primera contra la artificiosidad de la segunda. Y yo, que adoro Annie Hall, siempre he formado parte del bando de Manhattan.

Básicamente, porque Manhattan tiene la artificiosidad que me gusta, con esos planos en Scope y esos personajes completamente perdidos. No sale de forma natural, como Annie Hall, que a veces parece un retrato documental, sino que es más cinematográfica: cada plano tiene la maestría del fotográfo Gordon Willis y nunca Nueva York fue tan magnífico.

Woody Allen tuvo unos años 80 y principios de los 90 prodigiosos: cada película era una obra maestra. Y es que iban seguiditas: Broadway Danny Rose, La rosa púrpura de El Cairo, Hannah y sus hermanas, Días de Radio... hasta llegar la que yo considero su gran obra maestra y la película más violenta que he visto en una pantalla de cine: Maridos y Mujeres (para que luego digan que las películas más violentas son de terror). En realidad, cuando pienso en películas violentas que me han alterado de forma bestial, pienso en Maridos y Mujeres y en El rey de la comedia... pero eso es otra historia.

Pero, y es una idea puramente personal, ya no confío en el cine de Woody Allen. Algunas películas están bien, otras están muy bien y otras, simplemente, hubiera sido mejor no hacerlas. Y es que eso de una película al año, cuando eres un autor, debe ser complicado (Steven Soderbergh va por el mismo camino, rodando sin parar. Es la única explicación al desastre que es El soplón).

Pero ayer vi Si la cosa funciona. Y aunque sea un juego de palabras facilón: sí, la cosa funciona. Es fresca, divertida y sus personajes entran dentro del grupo de "personajes memorables de Woody Allen". Sobre todo, la madre de la protagonista.

Me gusta que, como en muchas pelis de Allen, el personaje hable a la cámara, rompiendo el espacio de Nöel Burch, pero me gusta más que los otros personajes se queden sorprendidos de ver al protagonista hablando a cámara (que a sus ojos, habla con un ente invisible, "creyéndose" que está dentro de una película). Y ella... ella tiene un personaje maravilloso.

Me extraña, eso sí, que el personaje principal lo haga Larry David. No es que no me guste (de hecho, mi relación con Larry David está en pleno momento idílico. Adoro su serie y soy capaz de enfadarme y pasarlo realmente mal con todas las barbaridades que hace), pero es que era el papel perfecto para Woody. Siempre dice que está mayor para salir en sus películas, pero es que precisamente, este personaje es mayor y todos sus problemas se basan en ese principio. Y además, por muchos detalles, es más que evidente que Larry representa a Woody.

Sinceramente, con Woody Allen (sin desmerecer a David) la película habría pasado de ser muy, muy buena, a ser magistral.

No me reconcilio con
Allen porque no espero su toque mágico de nuevo, pero reconozco que viendo Si la cosa funciona, me lo pasé como un auténtico enano. Una gran película.

Atentos a esta escena de un sólo minuto: pertecene a la película de la que hemos hablado... pero, ¿a qué encaja perfectamente en la serie de Larry David?


21 abril, 2010

Con el mundo del cine a sus pies, Sr. Samaranch

¿Y por qué voy a recordad a Samaranch? En realidad, el mundo del deporte y yo somos unos perfectos desconocidos...

Lo recuerdo porque mucho antes del éxito de Almodóvar, de que Amenábar rodara con Nicole Kidman, antes incluso de que Garci ganara su Oscar por Volver a Empezar (de hecho, sólo unos minutos antes), el español que más aplausos ha recibido en la Gala de los Oscars hasta hoy ha sido Samaranch.

Corría el año 83 y los pronósticos apuntaban a un jóven director llamado Spielberg y su obra maestra E.T., aunque finalmente, los premios cayeron sobre la extremadamente lenta Gandhi. La banda sonora, eso sí, se la llevó Williams. Los presentadores del evento eran Dudley Moore, Liza minelli, Richard Pryor y Walter Matthau. De ellos, Liza Minelli sigue viva.

Las caras de los presentadores de cada premio eran James Stewart, Cary Grant, Stewart Granger... en fin, nada que ver con los de High School Musical (no voy a ser yo el que despotrique contra esta serie, sobre todo porque gracias a mi hija, me las sé de memoria y he acabado cogiéndole cariño a Sharpay)... pero eran años en los que no sólo se tenía en cuenta a los actores de moda, sino que salían auténticas leyendas, como algo natural, sin ser un acontecimiento.

Entre las canciones nominadas estaban el grupillo que cantaba la de Rocky III, el famoso Eye of the tiger (que desafinaron muchísimo), aunque el premio se lo llevó Oficial y Caballero.

Y en medio de esa vorágine que me sé de memoria (fue uno de los primeros VHS que grabé en mi vida y vi esa gala, sin exagerar, una vez por semana durante dos o tres años), uno de los presentadores dijo: "les presentó a un español al que tenemos mucho que agradecer. Con nosotros está José Antonio Samaranch y su mujer". En ese momento, Samaranch se levantó a saludar y el patio de butacas se puso en pie.

Creo que es obvio decirlo, pero el que en aquel momento era el Presidente del Comité Olímpico, había designado a la ciudad de Los Ángeles como futura sede de las Olimpiadas. Personalmente, esas Olimpiadas me proporcionaron una música maravillosa de la mano de Williams (un disco imprescindible).

PD: A otro nivel, uno de los españoles que nunca faltaba a la gala (y siempre como presentador), era Plácido Domingo (que en aquellos años no paraba de rodar óperas para las salas de cine). Eran otros tiempos con más glamour... ¿alguien se imagina un cantante de ópera en las galas actuales?

Y un regalo: durante años he buscado este vídeo en Internet. Creo que es uno de los mejores momentos que ha dado este show en los últimos 30 años. Un montaje espeluznante y una voz en directo irrepetible. Es del año 85 (por tanto, lo vi con 14 añitos). Espectacular:


16 abril, 2010

La fama cuesta... y además, teoría personal del cine

Hace pocos días, por fin, pude ver la nueva versión de Fama. La crítica y el público parecen estar de acuerdo por una vez: no es una buena película. Y es raro, porque a mí me ha parecido una película fantástica. No está bien dirigida (y de hecho, tiene defectos de principiante en los que después entraré), pero que quieren que les diga: el mundo está lleno de malas películas que me encantan.

Su gran baza, por supuesto, es jugar con lo que nosotros sabemos de Fama. No están los mismos personajes, pero existe un tipo loco por los teclados con la misma personalidad de Bruno Martelli; una chica joven y dulce con una vida un tanto problemática que no se llama Doris; existe una cantante negra con carisma que no se llama Coco. Diferentes personajes pero los mismos problemas.

Y para colmo de los colmos, la estructura de la película es exactamente igual: la selección de los estudiantes, el primer año... Lo más chocante, quizás, es el primer número musical, en el que dentro de la cafetería, uno de los estudiantes hace un ritmo y poco a poco se van incorporando instrumentos y se forma una jam session en toda regla, exactamente igual que en la película original, pero con otra canción. Vale la pena echarle un vistazo.

En realidad, han hecho lo mismo que en Superman Returns (la segunda vez que la nombro en pocos días para comparar): la película no llega a tener personalidad propia y es totalmente deudora de su predecesora.

Y en un momento dado, una de las estudiantes, sola en el escenario de un teatro vacío, está ensayando entre lágrimas una obra clásica. Y de repente, cambia las manos de posición sobre el piano y canta una vieja canción conocida por todos. Es ahí, finalmente, cuando comprendo que el director de la película no ha hecho un remake, ni una copia, sino que ha modernizado algunos conceptos en aras de declarar su amor por el filme de Alan Parker. Y lo que en principio puede parecer una falta de respeto al original, se gana mi cariño inmediatamente:



Fama tiene buenos momentos, muy buenos momentos y cosas que dan rabia por lo mal contadas que están. Supongo que eso es lo que tiene que el director sea coreógrafo y no narrador: las escenas de baile son estupendas pero los sentimientos de los personajes (y por los personajes) son absolutamente inexistentes.

Hay un momento que me llama mucho la atención: una familia muy estricta no deja que su hija cante. Pero ella lo hace y casi al final de la peli, los invita a una actuación (sin decirles que ella va a cantar). La tensión está servida porque no sabemos cómo van a reaccionar los padres cuando la vean en el escenario. Pues el director cree conveniente enseñarnos el número musical que se cuece en el escenario mientras ella canta y no insertar un plano de los padres. O sea, prefiere la vistosidad del número a lo que realmente está contando el guión. Hay un inserto de los padres, sí, en un momento absurdo y que, desde luego, no es suficiente.

¿Y por qué me gusta con todo esto que he contado? Pues por lo mismo de siempre: esa escuela es una delicia, todos tienen talento, son guapos, cantan fenomenalmente bien y debo reconocer que la peli tiene ritmo y pasa en un vuelo. Cuando leí que actualizaban la película e incorporaban cosas como Rap y tal, pues no lo comprendí. Y vista la película, debo confesar que las canciones son deliciosas.

Y desde hace tiempo tenía ganas de tirar una teoría del cine por los suelos, y esta película me lo pone en bandeja. A los que quieren ser guionistas o críticos de cine, lo primero que se les enseña es "una secuencia de la que puedas prescindir, tírala, es prescindible". Dicho de otra manera, todas las secuencias tienen que hacer avanzar el guión. Y por último, dicho y redicho en el mundo del cine musical: "los números musicales no deben parar la historia, deben hacer avanzar el relato".

Memeces.

Es una teoría tan, tan estúpida, que lo que realmente me duele es haberla utilizado mil veces como cinéfilo de pacotilla. Como un papagayo que repite la lección.

Porque ese párrafo tan absurdo me hace renegar de mil cosas que me gustan. Y dicho sea de paso, cualquier cosa que haga un personaje en escena, aporta algo al relato. Un plano de un personaje es un selección espacio-temporal que, aunque no haga nada, aporta algo sobre el conocimiento de ese personaje.

Pero si las secuencias que no hacen avanzar el relato no fueran válidas, nos cargaríamos lo que convierte las películas de Tarantino en obras maestras (una conversación sobre cómo son las hamburguesas en Europa), las de Rohmer, en donde nos pasamos la película escuchando conversaciones cotidianas que no tienen que ver con el relato, a Gene Kelly contándole a los niños lo de I got Rhythm en Un americano en París, o a Fred Astaire bailando por salones en blanco y negro.

Por lo que les ruego que, cuando oigan a un friki en la cola del cine hablando de que los números musicales sólo son válidos cuando hacen avanzar el relato, le recuerden que es una gozada comprobar lo bonitas que están las colinas de la voz de Gene Kelly en Brigadoon.

14 abril, 2010

¡Pulitzer para Next to Normal!

Feliz y fascinado. Ya lo publiqué hace unos meses: Next to Normal es un musical fascinante con una historia de caerse de espaldas y una música absolutamente deliciosa.

Y el mejor musical de los últimos años, sin duda. Y ahora, siguiendo la estela de Rent o de A chorus Line, ha sido galardonado con el Premio Pulitzer a la obra dramática.

Entra de lleno en la historia por la puerta grande. Y me siento orgulloso como si se tratara de un hijo mío, porque Next to Normal lleva meses sin salir de mi coche, acompañándome a todas partes y permitiéndome cantando a viva voz con los protagonistas de la obra (incluso nos han puesto una multa por no tener al día la ITV).

Si no me hicieron caso la primera vez, mejor se lo piensan otra vez: Next to Normal merece ser escuchado, disfrutado y vuelto a escuchar, y vuelto a escuchar y vuelto a escuchar y vuelto a escuchar... monja, monja, jamón, jamón...

No se pierdan esta escena que representaron en la entrega de los Tony (me gustaría poner otras canciones, pero la calidad de las imágenes en Youtube, grabadas en directo con teléfonos en el teatro y esas cosas... pues no). Y les recuerdo, ella está convencida de que su hijo muerto sigue vivo, lo ve, habla con él... y el padre es incapaz de aceptar esta situación:


12 abril, 2010

Nostalgia

Hoy, por un hilo de la lista de correo me ha entrado algo de nostalgia. Y no me comprendan mal: yo no anhelo el pasado ni pienso que cualquier tiempo pasado fue mejor. Sinceramente, mi vida es sensiblemente mejor ahora que hace unos años. Bastante mejor. Y no es un asunto económico sino puramente vital.

Pero si hay ciertas melodías y ciertas cosas que, de repente, me dejan pensando en el pasado. Una de esas cosas es esta:



Y entonces me he acordado de una cabecera reciente que me ha acompañado durante años (igual que a vosotros, que por eso leéis estas cosas). Y he llegado a la conclusión (por otra parte, lógica) de que no importa la longitud de las obras maestras. Por muchos discos que haya sacado, por muchas canciones que nos hayan acompañado durante nuestra vida, por muy místico que sea... Nacho Cano, jamás, ha compuesto algo tan bello y tan sensible como esta melodía de pocos segundos:



Siento ser tan parco en palabras, pero es muy triste que, de las últimas películas que he visto, no me apetece hablar de ninguna. Creo que hoy o mañana, empiezo de nuevo una sesión de clásicos para volver a sentir algo de cinefilia.