23 junio, 2010

El memorable vídeo desaparecido

El año pasado en Úbeda hubo ciertos problemas con la Gala de los Goldspirits... la falta de tiempo y algunos fallos de sonido y varios cortes, hicieron que el gran sabor que deja esta gala todos los años brillara por su ausencia.

De cualquier forma, todos los que participan en este gala lo hacen por hacer dinámica una entrega de premios (algo que, en el fondo, es muy complicado). y por amor al arte. Y no me olvido de la gala del cuarto año, en la que casi me caigo de la butaca del ataque de risa. Pero el pasado año, por lo apretado de la agenda, desaparecieron muchísimas cosas que, poco a poco, han ido viendo la luz.

Hoy he visto este vídeo, que me parece radicalmente divertido (aunque muy duro en sus acusaciones). Me encanta la aparición de Hans Zimmer en los créditos, tarareando Paseando a Miss Daisy...

El vídeo está subtitulado porque en la gala están presentes todos los compositores invitados, lo que concede a estos vídeos cierto morbo. Ellos descubren las cosas de las que nos reímos y eso es un valor añadido.

Reconozco que hacer comedia con compositores de bandas sonoras es algo muy, muy, muy friki. Pero me siento orgulloso de esto:

NOTA: La inserción del vídeo está desactivada, pero es este.

22 junio, 2010

Pasar desapercibido y la Garbo

Soy voyeur, o más español, soy mirón. Creo que educado, pero mirón. Si voy en metro, por la calle, por donde sea, me encanta mirar a la gente, me gusta ver que es lo que hacen, escuchar lo que dicen... Soy lo más cercano a un cotilla que hay, pero sin preguntar cosas.

Quiero decir, los límites entre una cosa y otra están más claros de lo que parece: como voyeur, mirar es un acto íntimo, es la gracia de ver sin ser visto. Y he tenido experiencias dignas de película que me han proporcionado un extraño placer.


Y desde hace unos meses, estoy experimentando un extraño fenómeno: cuando salgo a fotografiar por las noches a la gente que está de fiesta, puedo mirar todo lo que quiero sin ningún tipo de problemas. Y es que la cámara de fotos es un escudo de miradas.

Si voy sin cámara y fijo la mirada en alguna persona, o disimulas o se produce un extraño mal rollo. Pero con la cámara, puedo fijar la vista en una persona durante largo rato y no pasa nada... porque deducen que estás buscando una foto. Es más, en muchas ocasiones descubro que se ríen y hacen señas, como diciendo "sí, ven y sácame una foto".

La rutina me hace pasear por los locales viendo todo lo imaginable. Llega un momento que conozco los personajes al dedillo: el ejecutivo que busca ligue, la pareja temblorosa que todavía no se ha dado el primer beso, la divorciada entradita en kilos que busca con la mirada, el tipo que persigue al fotógrafo porque quiere salir sí o sí en el periódico del sábado y sobre todo, el chaval que intenta ligar desesperadamente con quien sea y siempre vuelve solo a casa. Disfruto con ese panorama.

La capacidad que tiene la cámara de esconder mi realidad (poder fijar la mirada sobre alguien sin parecer un enfermo degenerado y obseso sexual) me sorprende. En realidad, es igual que los tipos que se confiesan cosas íntimas en un taxi, como si no hubiera nadie al volante escuchando.

Y todo esto, ha venido a cuento por una exposición de fotos sobre la que he leído hoy: Exposed. Tiene buena pinta. Viendo una de las fotos, como no, he terminado leyendo sobre Greta Garbo.

No es ninguna novedad: a todo el mundo le gusta Greta Garbo, con ese aire de superioridad, con esa elegancia y esa belleza... y por supuesto, el mito, la retirada antes de tiempo y todo ese rollo. Pero en contra de lo que yo creía, hay cientos, miles de fotos de la Garbo retirada. Incluso en el año de su muerte, 1.990, existen decenas de instantáneas. Peor incluso, hay fotos de la actriz nadando desnuda (amigos míos, ni las busquen, tiene más de 80 años en esas fotos).

Y es que, leyendo un poco por Internet, descubro que la Garbo seguía acudiendo a eventos y tenía una vida social muy desarrollada. Lo único que no hacía era hablar con la prensa e intentaba salir a la calle siempre con gafas de sol y por supuesto, con su cabello blanco, sin teñir.

Para una mujer que se pasó la vida escondiéndose de todo, escapando siempre por la puerta trasera, la simple idea de pasar desapercibida era un sueño inalcanzable. Una vez decidió conceder una entrevista, pero ella misma se fue arrepintiendo por el camino al encuentro con su interlocutor. Cuando se sentó delante del periodista, este dijo: "Yo me pregunto..." y ella se levantó y diciendo "¿Para que preguntarse?" se marcho por la puerta del local.

En esta página tienen bastantes fotos de la Garbo: aquí. En algunas de los años 80 sale extremadamente guapa (como la primera foto del post), siempre enigmática. Y en otras fotografías, es una mujer con la que me podría cruzar por la calle y no me habría dado cuenta, jamás, de que he estado en presencia de una auténtica estrella de cine.

18 junio, 2010

Soy canario

Si me lo permiten, necesito contarles un par de cosas que no tienen nada que ver con el cine:

Ser canario implica un montón de cosas. Por ejemplo, hablamos con un acento muy marcado que en la península confunden con cierto tono meloso y cariñoso que hace que, a menudo, confíen más en nosotros que en el resto de los mortales.

También se nos nombra siempre en las noticias por el tema de la hora, aunque les voy a explicar los problemas que conlleva esto: en la televisión, nunca sabes cuando la conexión es canaria o peninsular, por lo que en los avances televisivos, cuando dicen: no te pierdas esto a tal hora, nunca sabes si es la hora correcta o la hora peninsular.

Por no hablar de horarios: cuando ustedes ven las noticias comiendo, a nosotros nos empiezan una hora antes, por lo que es raro encontrar un trabajador que pueda ver las noticias del mediodía. Y cuando era pequeño, los dibujillos aquellos de "vamos a la cama" los ponían a las siete de la tarde y no a las ocho. En pleno solajero querían que nos fuéramos a dormir.

Pero son cositas mínimas. Yo adoro mi tierra, con sus papas arrugás, el quesito tierno de San Mateo y el chorizo de Teror. Adoro sus playas en la distancia (porque es raro que yo pise una playa cuando puedo aprovechar ese tiempo para ir al cine); me gusta que desde mi casa, desde la oficina, desde cualquier sitio, pueda ver el mar que me rodea.

Y sé que no estoy solo: en ningún sitio he conocido tanta gente orgullosa de su tierra. Porque los que somos de aquí, nos damos vueltas a la isla como el que hace una excursión a la octava maravilla del mundo (que si no recuerdo mal, era King-Kong).

Cada día veo más gente que se viene a vivir a nuestra tierra, donde el trabajo y el estrés se vive de otra manera, donde hace sol todo el año y donde cada día es perfecto para tomarse unas cañitas y hablar un rato.

Y los que se alejan de su tierra para venir a vivir aquí (teniendo en cuenta lo complicado que debe ser alejarse de los tuyos) es porque saben que además de todo este paisaje idílico que nos rodea, solamente afeado por políticos corruptos que edifican en las partes más nobles de nuestras islas, nuestra calidad de vida es envidiable. Porque desde el corazón les digo: en Canarias se vive muy, muy bien.

Para ser canario, sólo tienes que venir y comprender que lo que unos llaman "pachorra canaria" es algo natural. No hay prisa. Y si vienes a un restaurante y quieres salir corriendo, es mejor que pidas la cuenta con el postre...

De todo esto y mucho más me siento orgulloso. Pero una de las cosas de las que más orgulloso me sentía, era de que Saramago hubiera escogido Lanzarote para vivir. Nadie tiene esa magia y esa forma de sentenciar las frases. Sólo he leído un libro suyo, pero era un personaje común en nuestra prensa y en nuestro paisaje. Cualquier entrevista suya enriquecía el periódico. Enriquecía nuestra vida cultural. Nos enriquecía a todos, pero especialmente a los canarios, porque no me cabe ninguna duda...

Saramago era canario.

15 junio, 2010

La importancia de comenzar bien

De acuerdo. Actualizo poco el blog, pero no por falta de interés. Quiero decir, cuando trabajo mucho tengo motivos para no sentarme delante del ordenador en mi tiempo libre, y cuando trabajo poco, necesito actualizar el cine y las series de televisión. De eso trata todo esto, ¿no?

Eso no quita que cada dos por tres piense "de esto tengo que escribir algo". Y los temas se acumulan y pasa lo que pasa, que de repente, vienen tres post seguidos.

En este momento, la culpa de todo lo tienen dos series de televisión: la quinta temporada de Como conocí a vuestra madre, que me ha cautivado. Me he reído como un loco y además, los productores se han dado cuenta de que el protagonista es un fiera en el mundo del musical y le han sacado partido en un par de ocasiones (una de ellas, memorable: Barney tiene que decidirse entre una mujer o tirar sus trajes a la basura).



La otra serie es Fringe, la apuesta que comenzó el año pasado J.J. Abrams. Y me tiene comido la cabeza. Además, es de episodio largo y no puedo ver más de dos cada noche. En ella, sale el señor que he puesto en la foto de arriba: el científico Walter Bishop. Para los que no sepan nada de esta serie, es Expediente X pero con un componente de ciencia ficción mucho más acentuado: viajes en el tiempo, obtener la última imagen de la retina de un muerto hasta, por supuesto, teletransporte.

Los créditos de la serie, de escasos segundos, tienen una melodía muy sencillita, pero muy efectiva, compuesta por el mismo Abrams (y en donde apreciarán que la mano que sale tiene seis dedos. Yo tardé media temporada para darme cuenta):



Y todo esto me lleva al título del post: la importancia de los comienzos. Ya hemos hablado muchas veces de los créditos de Saul Bass y los títulos de crédito, pero el otro día, leyendo a Stephen Dios Sondheim, éste decía una frase tan sencilla que me encantó: "Empieza bien y después ya puedes leer durante un rato la guía telefónica. El espectador está enganchado". Poco después lo resumía con estas palabras: "Set the tone".

Y estos días he pensado en cuanta razón tiene: Lloyd Webber y sus primeros números musicales: desde la mejor canción de Judas, el cine en Buenos Aires de Evita, el ballet de Cats, la lámpara del fantasma...

O Sondheim, con la Balada de Sweeney Todd, el I wish de Into the Woods o el All this Happiness de Passion.

Y después fue ampliando las miras y pensé en las aventurillas de James Bond: los primeros cinco minutos compensan todos los nombres y tramas que te tienes que tragar durante la siguiente media hora de película.

Este truco, tan infantil y tan maravilloso, ha sido aplicado desde siempre. Decía Spielberg que, gracias a la primera secuencia de Tiburón, en la que una bañista era devorada (¿se acuerdan lo terrorífico que era sin enseñar absolutamente nada? La tipa iba traslandándose violentamente de lado a lado de la pantalla, y no se veía, siquiera, una simple aleta), se pudo permitir el lujo de no volver a mostrar nada, ni siquiera en plano subjetivo, durante gran parte del metraje.

Hitchcock decía que el asesinato de Psicosis era tan brutal porque, esencialmente, no pasa nada más hasta el final de la película, pero con ese asesinato en la mente del espectador, el resto de la película iba a funcionar como un reloj.

El comienzo de las obras no sólo debe enganchar, es que además, debe establecer el tono. El director mira a la cara de los espectadores y les dice: ¡Señores, esto va de esto!.

En realidad, eso es la obertura de una obra: el público se sienta y mira a la nada (o a un telón en el mejor de los casos. O a la diapositiva de una niña en Les Miserables) y escucha la música. Esta le sitúa en un tiempo, en un modo, y le predispone a pasar las tres mejores horas de su vida. Después, el autor ya puede leer la guía de teléfonos.

14 junio, 2010

Webber y Rice (3 de 3)

Como Spielberg y John Williams, como el sandwich de jamón y queso, como Phineas y Ferb, Webber y Rice estaban hechos el uno para el otro.

Rice, con un talento innato para escribir letras de canciones y desarrollar historias y Webber con una facilidad melódica casi sobrenatural. Ni Webber mostró interés alguno (salvo algún rollo ocasional) fuera del teatro musical, ni a Rice le interesaba lo más mínimo poner letras a algo que no estuviera cantado.

Y eso viene de lejos. Con el talento de Rice, uno puede pensar que su meta era escribir teatro, sin canciones. Pero su amor por el rock (que incluye una discoteca poco habitual) no dejaba espacio para ninguna alternativa.

El libreto de Jesucristo Superstar es una auténtica obra maestra. Desde la idea, ahora tan manida pero en aquella época tan sublime, de que Judas no es un auténtico canalla, sino una pieza fundamental para que el plan de matar a Jesús se cumpla, pasando por personajes tan rocambolescos como Herodes, han hecho que la apuesta del escritor (y no olvidemos los años, era una apuesta arriesgadísima) fuera un éxito.

Desde mediados de los 60, Rice y Webber trabajaron juntos en mil proyectos. Y de hecho, vivían juntos en un apartamento. Pero nunca llegaron a ser del todo amigos. El joven Webber, adicto al trabajo y con sus metas muy claras, no soportaba a su joven compañero, ligón de ligones, adicto a las vacaciones y que esperaba a la inspiración tomándose unas copas. Webber, todo seriedad y Rice, el bohemio personificado.

Pero como siempre pasa con estas historias, en esos años que estuvieron juntos, se gestó gran parte de la carrera de ambos. No sólo por los trabajos en común (JS, Evita, Joseph...) sino que prácticamente diseñaron sus carreras en ese período. Trabajaron juntos en proyectos como Sunset, en Aspects, en Cats... musicales que vieron la luz mucho después de que ambos rompieran su relación laboral y que, por supuesto, no acreditan a Rice por ningún sitio.

Cuando Webber le contó a principios de los 70 que estaba interesado en llevar la película Sunset Boulevard al teatro, Rice colaboró sin mostrar demasiado entusiasmo: no le gustaba la idea. Sin embargo, Rice insistía en hacer un musical sobre dos jugadores de ajedrez con el telón de acero de fondo, cosa que a Webber no le atraía en absoluto (y que luego se convirtió en Chess, de la mano de los señores de ABBA).

Pero mil ideas de Rice están presentes en esos musicales, de cuando fueron esbozados en esa gran época creativa. La ruptura de ambos, casi precipitada por Webber, que no aguantaba más las ausencias veraniegas de Rice ( a su favor, hay que decir que Rice intentaba que Webber la acompañara en esas vacaciones casi continuas) fue elegante: decidió poner música a unos poemas de T.S. Elliot: Cats.

El movimiento es astuto: no necesitaba pelearse con nadie para poner en marcha el musical. De hecho, en un momento dado, Webber SI necesitó ponerle letras a algunas cosas, trabajar textos, unir y desunir poemas, y trató de que Rice hiciera esa pequeña labor. El escritor, aunque molesto por la jugada de Webber y recién casado y con niños, estaba enrollado con Elaine Page, la cantante principal de Cats (que sustituía a la original Judy Dench, que se había roto "noséquecosa" en los ensayos), y deseaba escribirle la canción a su personaje. Aceptó.

Cuando Webber se enteró de que su cantante principal y Rice estaban enrollados, decidió pedirle al director, Trevor Nunn, que hiciera la letra de Memory (que como ya conté, le ha hecho multimillonario). En un ensayo que tuvo que ser brutal, Elaine Page tuvo que cantar la canción con las dos letras, la de Nunn y la de su amado Rice. Finalmente, se decidieron por el Memory que conocemos. A la Page, como es de recibo, no le gustaba nada esta versión.

A partir de ese momento, los dos encaminaron carreras separadas. Pero mucho queda de esa época creativa, desde el famoso musical inacabado sobre la pelea de Leoncavallo y Puccini, que persigue Webber desde hace 40 años, hasta líneas completas de texto de sus musicales actuales.

La verdad es que Webber, quizá por ser tan extremadamente británico, sólo muestra palabras de cariño hacía su colega... pero Rice suelta perlas que dan un juego tremendo a los periodistas: "¿Que si he visto Aspects of love? Sí, in fact , reconozco muchas cosas."


PD: Para que se hagan una idea de la seriedad de Webber con los escarceos amorosos típicos del mundo del teatro: cuando se enamoró perdidamente de Sarah Brightman, Webber todavía estaba casado. Algún periódico insinuó que el compositor estaba ensayando más de la cuenta con la corista y él montó en cólera. Se pasó toda la noche escribiendo una nota de prensa que decía, básicamente, que sí, que le gustaba, pero que JAMÁS haría nada que molestara a su mujer, con la que estaba en pleno proceso de divorcio. Sólo después de obtener su separación, Webber pondría en marcha su relación con la carita de queso.

08 junio, 2010

Ya eres mía

Creo que desde septiembre del año pasado le estaba dando vueltas a esta cámara. Y hoy, casi nueve meses más tarde, he dado a luz: tengo mi Canon 7D.

Ahí la tienen, en la foto, vestidita de cámara de cine, aunque sea una cámara de fotos (que graba en alta, eso sí). Me ha costado decidirme porque estas cosas baratas no son y yo estoy muy, muy, muy lejos de ser rico. Pero parece que ahora era el momento y los planetas se han alineado de forma más o menos beneficiosa...

Ahora queda el proceso más bonito: pasarme un año tirando todas las fotos a la basura hasta que le coja el regustillo a la Canon 7D... hasta que algún día, me decida a llevarla al trabajo. De momento, seguiré con la antigua.

Nota (y les aseguro que no se trata de falsa humildad): Para los que lo hayan dudado algún momento, soy un fotógrafo bastante mediocre. Simplemente, es que me gusta sacar fotos, aunque no tenga talento. El talento, lo dejo para otros amiguetes.

Nota 2: Cuando deseaba con todas mis fuerzas ser director de cine (cosa que aún deseo pero niego con la voluntad propia del que no puede conseguir sus sueños), siempre asumí que, o me acompañaba un buen director de fotografía, o me convertía en el nuevo Mariano Ozores.


01 junio, 2010

Andrew Lloyd Webber y el reciclaje (2 de 3)

En mi modesta opinión y lejos de ser provocativo, creo que Lloyd Webber se ha endiosado (entre otras cosas, por culpa de gente como yo).

Lo explico: hasta hace muy pocos años, Webber se rodeaba de números uno del mundo del musical. El trabajo en colaboración con el letrista Tim Rice, las producciones del riguroso Cameron Mackintosh, la dirección de Hal Prince o Trevor Nunn... pero últimamente, Webber se asocia con tipos que, aunque algunos sean realmente buenos, son incapaces de levantarle la voz al compositor (hombre, eso no lo sé a ciencia cierta, pero tiene toda la pinta por la falta de acabado final).

Hal Prince, director de los mejores musicales de la historia y, a la postre, director de El fantasma de la ópera, ha dicho en alguna ocasión que los musicales ingleses son peores que los americanos porque los directores de la función son demasiado educados. Y de esto sabe mucho Prince, que cortó gran parte del Fantasma y fue él el que le dijo a Webber que no podía ser que el Fantasma sólo apareciera unos breves minutos en el primer acto del musical. Según Prince hay que saber decir NO de forma tajante, sea quien sea el que esté delante. Y rápido porque nunca hay tiempo.

-Andrew, el fantasma necesita una canción justo después de llevarse a Christine.

Y Andrew se sacó de la manga The music of the night.

Pero desde que Webber cree que, sólo con su música, el musical ya tiene la fuerza necesaria, ha sacado al mercado Whistle down the wind, The Beautiful game, The woman in white y Love Never Dies. Muchas de estas piezas me apasionan, pero reconozco que están lejos de Evita, Sunset o el mismo Fantasma.

A su favor (y yo siempre estoy a favor de Webber) diré que su concepto de musical es muy atrevido (y por tanto, muy criticado): da igual si la música ya la ha utilizado con anterioridad: cada pieza tiene su momento y su ubicación perfecta. Si la compuso hace años y la publicó en algún disco, le da exactamente igual si cree que queda a la medida de una obra. Las piezas se mueven hasta que encuentran su sitio.

Lloyd Webber ha manifestado que las melodías son finitas y que cada día le cuesta más dar con una que sea buena. Y aunque me sepa mal decirlo, él es el primero en confesar que Aspects of love lo ha hecho con retales de diferentes piezas que tenía compuestas hace años. Concretamente, el tema Chanson D'enfance lo compuso cuando era un niño (y yo adoro Aspects, uno de mis musicales favoritos):



El tema del reciclaje musical es curioso y la búsqueda de melodías que haya reutilizado en varias ocasiones ha sido mi pasatiempo favorito durante meses en Internet. Y hay bastantes. Bastantes.

Pero me quedo con dos o tres historias: Trevor Nunn, que dirigió Cats, creía que, aunque la historia fueran poemas inconexos, podían darle cierta continuidad con la historia de Grizabella. Y por tanto, el personaje necesitaba una canción. Esto hay que comprenderlo en su contexto: ya están ensayando y las fechas de estreno están pactadas. Como siempre con el cine y con el teatro, hay que buscar debajo del sombrero. Y como conté en el post anterior, Webber tiene Memory guardada en algún sitio. Es una pieza compuesta para la bajada de Norma Desmond por las escaleras, al final de Sunset Boulevard (que es un musical que desea poner en marcha en el futuro... y lo hizo 15 años más tarde).

Pero Webber se la enseña a Trevor Nunn y no se habla más del asunto: la pieza se queda en Cats (de hecho, Nunn fue el que le puso la letra que todos conocemos en un par de noches y eso le ha hecho millonario de por vida en forma de royalties). Y por cierto, para Sunset se reserva un pequeño remedo de Memory (pero que no suena en la bajada de las escaleras, sino cuando el guionista llega a la casa de Norma. En la bajada de las escaleras utilizó un reprise de With One Look).

En otro momento de su vida, es Hal Prince el que le dice que, aunque se pierda el ritmo del musical, es importante que Evita salga al balcón y cante algo pegadizo, algo que sea un poco el hilo conductor del musical. Y Webber, ni corto ni perezoso, le sugiere una pieza que había compuesto doce años antes, cuando Rice y Webber hacían canciones pop. Al fin y al cabo, era la cara B de un single y ni Dios la conocía, pero tenía un trozo muy bueno que podían volver a utilizar (de hecho, suenan dos acordes de Don´t Cry, el resto lo utilizó para otra pieza del mismo musical):



Por último, para terminar por donde empezamos ( y me salto canciones recicladas de Joseph, de Jesucristo, de By Jeeves, de Starlight, de Sunset y por supuesto, de la polémica Love Never Dies...), cuando Hal Prince le dice que a Webber que el fantasma sale menos de 30 minutos en el musical y deciden ampliar su parte, es Sarah Brighman la que le dice que el fantasma podría cantar Married Man, una pieza que ha compuesto Webber para Sarah (eso sí, cambiándole la letra):



¿Y con todo este reciclaje que queda? Pues quedan musicales maravillosos. Sin esto no tendríamos ni Jesucristo Supertar (que coge de Joseph), ni el Fantasma, ni Evita, ni Aspects ni Sunset... y por supuesto, tampoco tendríamos la canción principal de Love Never Dies.

Adoro el reciclaje musical de Webber. Bueno, adoro a Webber. Aunque sea un poco mercenario.