30 junio, 2011

Primer plano de Nicole Kidman

Igual que con Tom Cruise, tengo problemas con Nicole Kidman. En mi cabeza, tengo algún recuerdo de películas en las que ha estado fantástica, aunque estos recuerdos están escondidos en el subconsciente, bajo una gran capa de botox.

Y ahora, escribiendo estas líneas, he intentado encontrar una foto en Google que acompañara este post y ninguna me ha convencido: en las fotos actuales porque la Kidman aparenta muchos más años de los que tiene, que es lo que se consigue cuando se intentan eliminar las expresiones faciales. Y en las fotos antiguas porque parece que hablamos de alguien que ya no existe, porque la Nicole de Calma Total dejó de existir hace años.

Mis problemas con la Kidman no son tan graves como los que tengo con Tom Cruise, esa extraña pelea interna que mezcla el rechazo visceral a la persona con la admiración absoluta por su capacidad ante la pantalla. Con la Kidman es diferente: nunca he entendido cuando dejó de ser actriz para convertirse en la sombra de lo que fue. Y es cierto, desde que subió su caché y las películas giran entorno a ella, la Kidman ha perdido toda su gracia. Y eso que en la última película de Adam Sandler, en la que hace pareja con Jennifer Aniston, la Kidman está fantástica como la amiga pija del instituto. Curiosamente, en esa película sale un personaje que tiene tanto botox que cada vez que bebe agua, se le cae por la comisura de los labios.

Pero esta noche he recuperado una película de esas que siempre me había dado pereza ver. Y hoy, de forma casual, apareció en mi DVD detrás de un musical y parecía indicar que era su momento: Birth.

Birth no es una película mala. Ni buena. Supongo que mañana la tendré medio olvidada. Es un vehículo para la actriz que, prácticamente, está en todos los planos de la película. Se le ve el cuerpo y se le intuyen las tetas. Y sale muy, muy guapa. De hecho, la película no tiene tantos años, por lo que no me cabe duda que más que el tiempo, la que ha destrozado su cara es ella misma.

Pero Birth, además de la magnífica música de Desplat, tiene dos o tres cosas que la hacen interesante. En primer lugar, la arriesgada historia de una mujer que se enamora de un niño de diez años porque es la reencarnación de su marido. Esto del amor entre adultos y niños, que en España lo hemos tratado con bastante talento en El Nido, de Armiñán, tiene algunas secuencias planteadas con tanta delicadeza y con tanto cuidado que hacen que ver la película no sea una pérdida de tiempo.

Pero lo que acaba inclinando la balanza positiva en Birth es la propia actriz, que está fantástica. Me ha hecho recordar, de repente, que la Kidman no sólo sabe actuar, sino que si la dirigen bien, puede llegar a estar espléndida. Desaparece como actriz para aparecer como personaje, como sólo unos pocos pueden hacerlo.

Y está el primer plano del que hablo en el título, uno que me ha dejado noqueado durante todo el metraje. En cuanto lo he visto, he tenido que rebobinar un par de veces para terminar entusiasmándome con uno de esos planos que se me va a quedar en la memoria cinéfila el resto de mis días. Un planazo.

Les sitúo: el personaje de la Kidman acaba de darse cuenta de que el niño repelente SI puede ser su marido muerto hace diez años. Llega al teatro junto a su novio y la cámara se queda enfrente de ella, con todas las barbaridades que le pasan por la cabeza en un sincero primer plano en el que la música que suena en el teatro juega un papel vital.

Sinceramente, no quiero ser irrespetuoso con los clásicos, pero esta actriz, en este plano, me recuerda a aquel primer plano mantenido de la Bergman en Casablanca. Y que nadie ponga en duda esto: muy, muy pocos actores son capaces de mantener su careto de esta manera durante más de dos minutos. 

Birth es normalita, pero este plano es una puñetera obra maestra:

26 junio, 2011

Adios, Michael Scott


No les engaño. Parece imposible, pero la séptima temporada de The Office es la mejor de todas. Y no es ningún secreto: desde hace años Steve Carell negoció su salida de la serie en la séptima temporada. Los guionistas lo han preparado bien, de una manera mucho más pensada y trabajada de lo que uno, en sus limitaciones, se puede imaginar. Sin paliativos, unos genios.

Pero lo mejor de la temporada no es su humor corrosivo, surrealista a ratos. Lo mejor es que es muy, muy emotiva. Tan emotiva que he estado cerca de llorar en un par de episodios. Y no, no se pone moralista ni tiene esos defectos tan comunes en las series americanas. En realidad, sigue siendo una bestialidad sin mensaje. Humor por humor. A lo Homer.

Y aunque confío plenamente en los guionistas de esta serie, sinceramente no le veo vida sin Michael Scott. Es como un coche fantástico sin coche o un Epi y Blas con un solo personaje. Y la voz cantante que han escogido para sustituir a Steve Carell no es santo de mi devoción: el actor Will Ferrell.

No han buscado otro Michael Scott sino que el nuevo jefe, con el que termina la séptima temporada, es un tipo rebuscado, con un carácter raro... y no me convence. Sé que es pronto y me duele la salida de Scott, pero aún así, no lo veo.

En esta séptima temporada hay momentos memorables. Y está la obra maestra de las obras maestras: el episodio 7x19. No se pueden escribir secuencias más sensibles en un entorno tan divertido. La combinación es perfecta y te saltan las lágrimas, no sabes si por las risas o por la emoción.

Y aunque Michael Scott desaparece de la serie paulatinamente (desde que toma la decisión hasta que lo hace pasan unos cuantos episodios de despedida), hay un momento específico que me vuelve loco: cuando Michael está entregando los últimos premios absurdos de su oficina y sus empleados cantan Seasons of love de Rent, pero con la letra cambiada, con los segundos que han pasado juntos de verdad y con comparaciones tan maravillosas como "podrías haber visto Jungla de Cristal 80.000 veces".

Michael se va con la cabeza bien alta. Y Steve Carell, sólo por su actuación en sus últimos cinco episodios, se merece un altar en el mundo de la televisión:


23 junio, 2011

Raimi: el director es la estrella

Son muchos los directores de cine que son estrellas en sí mismos, o sea, que da igual quien actúe en sus películas porque tienen cierto público garantizado. Público fiel como el que sigue a Kevin Smith, Spielberg o Tim Burton.

Yo soy seguidor de Kevin Smith, y sin embargo, no he visto la de Ben Affleck y Jennifer López (esa en la que tienen un hijo que ni recuerdo cómo se llama). Y sigo a Tim Burton, pero no he visto la de la factoría de chocolate porque me da demasiada pereza.

Pero no me perdería jamás un Spielberg, un Hitchcock, un Cronenberg... bueno, la lista es interminable. Pero lo curioso es que jamás me perdería una película de Sam Raimi. Porque Sam Raimi soy yo... O ya me gustaría a mi. 

Raimi hace las películas de la manera en la a mi me gustaría rodar. Coge las historias que a mi me gustaría hacer. Y sin duda, tiene un estilo muy particular (aunque ahora hay cientos de películas que copian el estilo Raimi, sobre todo el más desenfrenado, el de la trilogía Evil Dead).

Pero incluso cuando el director se calma y rueda con clasicismo, es un genio, como en el caso de la magnífica Un plan sencillo.

Me vuelve completamente loco la caligrafía de este tipo: sus planos imposibles, sus movimientos de cámara, su montaje. Hay muchas historias sobre su forma de narrar que me entusiasman.

Hay una anécdota que me encanta. Raimi es gran amigo de los hermanos Coen (que por otra parte, trabajan juntos en numerosas ocasiones) y eso ha hecho que en muchas películas de Raimi y de los Coen coleen extrañas colaboraciones. Por ejemplo, se puede ver a Raimi disparando a mansalva en Muerte entre las flores (gran obra maestra de los Coen). Pero cuando se estrenó El gran salto, protagonizada por Paul Newman y Tim Robbins, la crítica la vapuleó. Decían que era el peor trabajo de los Coen... pero había una secuencia que demostraba el talento visual de los hermanos: cuando se creaba el Hula Hoop (o cuando se convertía en un éxito).

Y uno de los hermanos Coen confesó, más orgulloso que ruborizado, que a él también le encantaba esa secuencia... pero no la habían dirigido ellos, sino la segunda unidad, que estaba a cargo de Sam Raimi.

Otra anécdota que me encanta es la de James Cameron, que es un gran director de cine pero que destroza sus películas con sus guiones (tío, en vez de gastarte tanto dinero en el rodaje, invierta en alguien que pula tus escritos). Corría mediados de los 80 cuando Cameron, que ya había rodado Terminator y era considerado un director con futuro prometedor, quedó terriblemente fascinado con Evil Dead 2... pero la fiebre por esta película le dio tan fuerte, que liaba a todo el mundo para que le acompañara a verla. Con esto consiguió ver la película unas cuantas docenas de veces y, además, conseguir que mucha gente de Hollywood la conociera. Hoy sigue considerándola una de sus películas favoritas (y ya es raro, porque el gran proyecto de Cameron siempre fue realizar Spiderman, que finalmente hizo Raimi. El guión de Cameron está dando vueltas por la web hace años).

Y es que Evil Dead 2 no cuenta absolutamente nada (unos tipos en una cabaña que se van convirtiendo en zombies y se matan unos a otros). Un caso único en la historia del cine en el que la película se convierte en una obra maestra única y exclusivamente por la forma en la que se cuenta la historia.

Raimi es una caso especial: es creador de una forma de rodar cuando parecía que todo estaba inventado. Sus primeras películas se estrenaron en una época en la que la estética videoclip primaba sobre la narración cinematográfica y, sin embargo, su forma de rodar recurre a viejos trucos de los años 20 (posiblemente la gran época visual del cine antes de que se estancara la cámara con el sonido).

Sus aportaciones tienen nombre propio: desde Darkman hasta Arrástrame al infierno, desde Spiderman 2 hasta Premonición... y por supuesto, desde Un plan sencillo hasta la saga Evil Dead.

Ningún otro director de cine convertiría una película basada exclusivamente en duelos del Oeste en un espectáculo visual como Rápida y mortal

Sam Raimi es el Dios de la narración. Atento a las secuencias:

Evil Dead 2 (Terroríficamente muertos): Esta secuencia es mágica. La novia del pobre Ash acaba de morir y la ha tenido que enterrar. cuando regresa a su cabaña, ve su medallón y oye la melodía que ella tocaba al piano. El clasicismo y lo más bizarro en sólo dos minutos y con presupuesto cero.


Es una pena no encontrar en Youtube la elipsis entre el momento en el que Frances McDormand ve como muere Liam Neeson en Darkman y encadena al funeral: una de las grandes elipsis del cine. Más fácil es encontrar la magnífica secuencia del Hula Hoop en El Gran Salto (la secuencia completa es muy buena, pero es cuando el niño encuentra el Hula Hoop cuando es puro cine):


Por último, una escena de Spiderman 2 que demuestra el magnífico humor de Raimi en un sólo plano. El superhéroe pierda sus poderes y debe bajar de un edifico en ascensor. Un vecino sube y la conversación es hilarante...

16 junio, 2011

We´ll take a glass together...

Creo que ya hablé de este número músical en algún momento de estos años blogueros... pero si yo no me acuerdo, dudo que vosotros os acordeís. De cualquier manera, personalmente, creo que este es el número musical más grandioso de todos los que he visto. Pertenece a Grand Hotel y lo protagoniza el gran, grande, inconmensurable (y tristemente desaparecido) Michael Jeter.

Me he vuelto a cruzar con este número buscando cosas sobre Jane Krakovski, que antes de ser actriz de series de televisión, es cantante de musicales. Y muy buena. Ahora tengo la suerte de disfrutar con ella y Tina Fey en 30 Rock, que es una serie tremenda con algún que otro número musical memorable.

Michael Jeter se llevó el Tony por este papel, pero fundamentalmente, por este número que vas a ver. No llega a tres minutos, pero se merece el primer puesto en mi pequeña historia de los musicales. No caen lámparas ni aparecen barricadas por las esquinas, no hay helicópteros ni caminos de baldosas amarillas, pero... es la quintaesencia del espectáculo musical: dos buenos actores, una magnífica letra, una melodía espectacular y una perfecta línea de coro detrás

Y gracias a cositas como esta (y sus apariciones en Sesame Street) Michael Jeter está en el cielo de las estrellas, que para un tipo como yo, es la memoria colectiva de cualquier persona amante del cine y del teatro.

Disfruten de la esencia del musical:



13 junio, 2011

El Hombre Lobo: de la mediocridad a la calidad


Bastante sorprendido estoy. En primer lugar porque NO me gustó The Wolfman cuando la vi en el cine... pero teniendo en cuenta factores como la música de Elfman y, joer, que un tipo se convierte en lobo unas cuantas veces durante el metraje, ayer le di una segunda oportunidad. Desde hace meses tengo el Blu-Ray en casa ya que tiene pinta de tener un montón de documentales y esas cosas que hacen mi vida un poco más friki.

Y al poner en marcha la película, me pidió que seleccionara entre visionar la versión del director o la versión de los cines. Supongo que es lógico que el director tenga su versión por la cantidad de problemas que tuvo para estrenar la película, con continuos cambios e intromisiones de todo tipo, con retrasos de estreno de más de un año... con cambios de músico, con alteraciones en la historia, con regrabaciones...

Y aquí es donde debo hacer una pausa. Es curioso como unos pocos segundos de historia puede cambiar radicalmente una película. Así, a primera vista, que Deckard se siente en el piano y tenga un pequeño sueño con un unicornio convierte al Blade Runner más eficiente en un replicante. O incluso, sus segundos finales sobrevolando la llanura verde cambian radicalmente toda la filosofía de la película. Y han hecho correr ríos de tinta.

El giro final de El sexto sentido trastoca toda la película, que incluso pide a gritos un segundo visionado para asumir la inteligencia de la propuesta.

No voy a ahondar en lo importante que es la selección de imágenes, en lo que entra y en lo que sale, pero ayer me tuvo pensando un rato largo. Y es que la versión larga de The Wolfman es bastante buena. Quiero decir, no convierte a la película en una obra maestra, pero es una buena película.

Los cortes de la película (la versión que vi ayer tiene 16 minutos más) no estaban hechos sobre material de efectos especiales, sino sobre personajes. De hecho, creo que son minutos importantes para comprender el personaje de Benicio del Toro. Y es una ley básica del cine: mientras mejor conoces al personaje, más importante te parece lo que le pasa.

Y aún así, la película tiene conversaciones en las que se deja caer que las secuencias eliminadas ya habían desaparecido en pleno rodaje (el caso más claro es la carta. En el cine, Del Toro volvía a su casa tras recibir una carta de su cuñada; pero en la versión ampliada, ella se desplaza hasta Londres para hablar con él. O sea, no hay carta. Y aún así, el resto de la película se habla de la carta que le ha traído al pueblo).

Una vez que el personaje es consistente (o por lo menos, tiene menos fisuras que en la versión extraordinariamente corta del cine), la película adquiere una dimensión nueva. The Wolfman, de repente, es una película respetable.

Por eso me da tanta angustia pensar en las penalidades que debe haber pasado este director para defender su versión, claramente superior a lo que se estrenó en los cines. Y así está el Blu-Ray lleno de escenas eliminadas y escenas alternativas... que incluyen dos finales diferentes al exhibido. Y cuando digo diferentes, no me refiero a un planito por aquí o por allá, sino diferentes de verdad (y la magia del cine hace que haya un inserto de un personaje que, mágicamente, en las tres versiones está en un sitio diferente y siempre queda bien). El cine es así.

10 junio, 2011

Una de las razones por las que ser friki puede ser grandioso...

Poco hay que decir. Es un vídeo de poco más de dos minutos en un evento de esos en los que habría dado mi brazo derecho por asistir. El artista es Joseph Llobell. No, no. Crees que no lo conoces, pero lo conoces muy, muy bien... por lo menos, has cantado mil veces eso de "Moooovirecord, tututututututu..."

05 junio, 2011

John Carpenter, Tina Fey y los nuevos X-Men

Esto que está aquí arriba es el Ipad2. Y si tenemos que buscar un culpable de que no haya actualizado el blog en los últimos diez días, es él. Desde que ha aparecido en mi vida, ha cambiado hábitos de rutina y me incita a leer mucho más, a buscar más cosas por Internet, a ver más imágenes y a jugar como un descosido. Es más, gracias a él, he conseguido ganar horas de sueño, ya que me voy a la cama para ver algún capítulo de las mil series que tiene dentro y ya en posición horizontal, es difícil levantar de nuevo el vuelo.

Terminadas las principales temporadas de las series que sigo (con la tremenda tristeza que eso acarrea) decidí meterme con 30 Rock, muy conocida y premiada en USA, pero que aquí en España no tiene demasiados seguidores. Y estoy encantado. 

La creadora es Tina Fey, que se ha convertido en mi friki sexsimbol en los últimos días. Esta tipa se hizo muy famosa por sus imitaciones de Sarah Palin y por ser una de las humoristas en nómina del Saturday Night Live. Y ha utilizado la experiencia de su paso por ese show para crear una telecomedia en donde se habla de la creación de un programa de humor semanal en la NBC.

Y en esa rutina se habla de estrellas egocéntricas, de equipo de guionistas pirados, de ejecutivos que están tan interesados en que salga un buen programa como de vender hornos microondas (literalmente)... Y ocurre todo en la NBC de verdad, por lo que se cuelan caras conocidas cada dos por tres.

No sólo es deliciosa sino que a veces puedo oír mis carcajadas. Destacan, por supuesto, los roles de la productora, Tina Fey en persona y el ejecutivo, uno de los mejores papeles televisivos que he visto jamás, encarnado con mucho, mucho talento por el genuino Alec Baldwin.

No está de mas recordar cómo se comía Baldwin la película Glengarry Glenn Ross con sólo siete minutos en pantalla. 

En otro orden de cosas, he terminado mi semana X-Men, en la que he podido disfrutar con mi hija de las tres primeras partes, para ayer sábado, acercarnos al cine a ver la nueva película de la saga. Y estoy entusiasmado con lo que han hecho. No sé muy bien la capacidad de mi hija de encajar todo lo que pasa, pero el guión debe ser terriblemente complejo sobre el papel y, sin embargo, en imágenes es diáfano, claro, espectacular. Y no se ha cometido el error habitual en este tipo de películas: por muy espectaculares que sean las imágenes, lo más importante son los personajes, que tienen espacio para hablar, para desarrollarse, para vivir. 

Y es que esa es la máxima: para que una imagen sea espectacular, debe existir implicación emocional. Si no hay ninguna implicación emocional, la imagen espectacular es basura, como las de Transformers. Ya se pueden transformar delante mío durante horas que no paro de bostezar.

Mención aparte a la discutida música de la película. Ya has dos bandos bien diferenciados: los que creen que destroza las imágenes y los que, como yo, adoramos el trabajo realizado por Henry Jackman, que le da un toque sutil y poco espectacular a las imágenes. Y adoro la pieza First Class, que es el tema principal.

Por último, tras varios capítulos de series televisivas, el maestro John Carpenter se vuelve a poner tras las cámaras en una cinta de terror llamada The Ward.

Varias cosas me llaman la atención tras ver la película con un grado de disfrute poco habitual: que la música no la ponga el propio director como casi siempre. Que la producción sea tan absolutamente barata: debe ser una de las películas más baratas de los últimos tiempos: decorado casi único, cuatro o cinco actores, efectos especiales de cámara (y un par de momentos digitales de primerizo).

Pero claro, es Carpenter. Dirige con maestría. Con calma. Nada de montajes extraños, sino plano general, plano medio, pequeños travelling... o sea, una verdadera exposición cinematográfica. No oculta la gramática como la mayoría, que ponen planos de menos de un segundo para disimular otras carencias.  

Y la verdad es que la película tiene su encanto: una tipa que esta como una cabra la encierran en un manicomio. Dentro de ese recinto, poco a poco, van muriendo las enfermas por una especie de fantasma de una antigua paciente. Pero como siempre con estas cosas medianamente bien hechas, no se trata de un killer en donde van muriendo y ya está, sino que tiene su trama. 

Creo que todavía no se ha estrenado en cines, aunque dudo que lo haga. No es la repanocha, pero se trata de Carpenter. Y eso, por si alguno no lo sabe, es un certificado de garantía como la copa de un pino.