14 diciembre, 2011

El mejor Fantasma de la Ópera en 25 años

Ramin le muestra su respeto a Michael y de paso, le mira sus zapatos.
La salida al mercado del DVD y BLuRay (e incluso por descarga directa si estás ansioso) de El fantasma de la ópera ha sido, por lo menos para mi, el acontecimiento musical más importante del año. Para los menos informados, el musical ha celebrado sus 25 años de historia con tres representaciones en el Royal Albert Hall que se han editado en diversos formatos para gloria de sus seguidores.

Pero no se han puesto simplemente a cantar sino que han representado la obra como tal, con su lámpara, con los bajos del teatro... ahora entramos en eso, pero lo más importante es que es un fiel reflejo del musical que ahora podemos tener en casa en calidad mayúscula. Altamente recomendado.

Ya conocen mi enamoramiento más absoluto por la obra. En realidad, me gustan los musicales gracias a Lloyd Webber y cuando se estrenó este musical, yo formaba parte de un grupo de teatro que representaba por los pueblos de Gran Canaria la magna Jesucristo SuperStar, haciendo el agradecido papel de Herodes (con el que un día cogí la cabeza del actor que hacía de Jesús y en un arrebato, le di un cabezazo contra el suelo que todavía resuena en mi mente. El actor que hacía de Jesús, al que a veces me encuentro por la calle, también lo recuerda, pero le hace menos gracia que a mi).

Este fantasma es curioso. Es un versión reducida del musical, quitan elementos que en realidad, alargan la obra de forma innecesaria, como la función antes del Think of me y pequeños fragmentos como la aparición del autómata (que nunca me ha gustado) de Christine en el espejo. Sin embargo, es mas larga que la versión de Las Vegas, que sólo duraba 90 minutos.

Lo más importante (y en eso, Julio Rodríguez, espléndido fotógrafo y mejor amigo, hemos disertado largo y tendido) es el lavado de cara del musical. Porque el Fantasma, con todo lo que es, necesitaba un lavado de cara de forma imperiosa: cambiar decorados, actualizar vestuario e incluso, si me apuran, cambiar orquestaciones... Tiene 25 años y eso se nota.

En esta función, por ser un acontecimiento especial, se ha subsanado con creces el paso del tiempo: orquestaciones nuevas, vestuario magnífico y puesta al día del decorado. Es el mejor fantasma de la ópera imaginable. Por si fuera poco y con profundo respeto a los actores originales (los espléndidos Michael Crawford y Sarah Brightman), los que representan esta función son los cantantes de Love Never Dies: Ramin Karimloo y Sierra Boggess, que son la encarnación perfecta de ambos papeles protagonistas.

La voz de Karimloo es mucho más calida que la de Crawford, más formada, más seria. Crawford tiene un poder especial en las notas altas y largas, pero las melodías y los altibajos de la partitura de Webber (en realidad, de todas las partituras de Webber, ya lo dice la Streisand en la carátula de uno de sus discos: las melodías del compositor son fuertes, exageradas...) eran la gran deficiencia del Fantasma, haciendo entre otras cosas que la auténtica protagonista de la obra fuera la Brightman. El fantasma sale poco a escena, pero sus apariciones deben comerse, literalmente, a todo el mundo.

Karimloo llena la escena. Su poderío vocal parece infinito, su actuación es mesurada (cuantos fantasmas exagerados y exaltados he visto...) y da miedo cuando tiene que darlo.

Más complicado es hablar de la Brightman, que nunca ha sido una cantante de mi devoción aunque el papel estaba claramente diseñado para ella. Dicho de otro modo, en El fantasma de la ópera es el único sitio en el que tolero a la cantante. Dicho esto, no he visto jamás una Christine como la de Sierra Boggess. Es dulce cuando baila, extraordinaria cuando canta y sobre todo, mira al papel de frente, no vacila con las notas que parecen salir sin esfuerzo de su boca. Gana por enteros en pequeños detalles, pero uno fundamental para mi (que es por lo que odio a los cantantes de ópera cantar musicales. No hay disco peor que el de José Carreras cantando a Webber): el difícil paso entre la voz operística y la voz ligera. Sierra Boggess pasa de la Christine cantante de ópera a cantar dulcemente al oído de Raoul con una facilidad pasmosa. De forma armoniosa. Agradable. Perfecta.

La Brightman, incluso en frases ligeras, se le escapaba ese agudo operístico, con vibratto, que parecían formar parte del papel de forma inexorable. De hecho, todas las Christine que he visto y oído después imitaban a la Brightman. Pero la Boggess ha cogido el papel y lo ha remoldeado de forma mucho más profesional y más preparada que la exmujer de Webber (y que conste que la Boggess no me acababa de gustar en los clips de audio y vídeo que la hicieron muy popular en The Little Mermaid). 

Son tantas las representaciones que se han hecho de este musical que la letra ha ido cambiando a lo largo de los años (curiosamente, cuando se hizo la traducción al español, se hizo de la fuente original, de la primera versión). Sin embargo, los cambios paulatinos han hecho que las canciones tengan giros nuevos, nuevos diálogos, nuevas morcillas que te enganchan. El musical tiene su propia vida, su autonomía y ha ido quedándose con lo mejor de cada personaje haciendo que los diálogos fluyan como nunca. 

En otro orden de cosas, la partitura sigue vigente como el primer día (ese Prima Donna insuperable), con especial hincapié en el que creo que es el mejor número musical, ese que desata el final de la obra: Past the point of no return. Y la aparición de percusión en algunos momentos y pequeños detalles musicales delatan la puesta a punto de la orquestación. 

La pregunta es: ¿pasará todo esto al teatro o se quedará, como cuando se hizo la película de cine (con un cambio en la obertura que era magnífico) como un evento especial?

Tiempo al tiempo.

6 comentarios:

  1. Impresionante, he aplaudido a la pantalla y todo con esta mujer. Que por cierto, es Boggess, no Borgess como los frutos secos XD.

    ResponderEliminar
  2. Corregido. Y lógico el aplauso: es absolutamente bestial...

    ResponderEliminar
  3. tendre que verlo...

    ResponderEliminar
  4. off topic total:

    FOLLIES en madrid por marios gas, desde febrero a abril. Vicky peña y carlos hipolito y atencion: MASSIEL como Carlota...

    MASSIEL cantando el i'm still here...lo que puede salir de ahi...

    ResponderEliminar
  5. No puedo estar más de acuerdísimo en lo que has escrito. Boggess me sedujo en Love Never Dies, de hecho ella fue lo único que me sedujo de esta segunda parte, bueno, y hay que reconocer que muchas de las canciones por si solas son muy buenas.

    El único punto que no me acaba de gustar es el de Ramín. Esa forma de pronunciar las "C" que tiene en el disco de LND ya me ha predispusto, no sé si para siempre.

    Por cierto ya somos muchos los que opinamos que The Point of no Return es el mejor tema con diferencia.

    Gran Post, amigo.

    ResponderEliminar
  6. Totalmente de acuerdo tu acertada crítica salvo por un punto: no me termina de convencer la nueva escenografía, me da la sensación como si toda la parte central del escenario estuviera desaprovechada. Las pantallas son siempre un recurso muy práctico, aunque pierden bastante cuando las enfocan de cerca, especialmente cuando en la escena del cementerio vemos que la pantalla central tiene píxeles muertos, y los decorados virtuales no son precisamente "state-of-the-art", aunque cumplen su cometido.

    Lo que no perdono es lo de la lámpara, aunque imagino que debe tener más que ver con las limitaciones técnicas del Royal Albert Hall. Me niego a creer que, conscientemente, hayan decidio prescindir del efecto más famoso de toda la obra.

    Eso sí, compensa (y con creces) por la que montan cuando termina el musical. No spoilearemos, pero yo creo que sólo por esos momentos de morbazo ya vale la pena esta edición. ¡Por eso y por Sierra y Ramin, claro!

    ResponderEliminar