Como en esta foto. Así es Colombo, con cara de despistado, olvidadizo, vestido siempre con la misma ropa, con el puro sin encender, con un coche que, en la primera temporada era un trapo y que en la última lo denominan "un clásico", y con una esposa que aparece continuamente en la trama pero a la que nunca se le ha visto la cara.
Es curioso, mis recuerdos de Colombo eran peregrinos, ya que la ponían en la tele cuando yo tenía cuatro o seis años. Con el tiempo y algunas reposiciones, volví a ver algunos episodios... pero la fiebre que me dio hace unas pocas semanas por ver todos los capítulos es extraña. Y ahora, con verdadero conocimiento de causa, sólo puedo decir que me apasiona Colombo.
Terriblemente bien hecha y con un diseño de producción verdaderamente brillante, Colombo tiene una estructura muy rara. Quiero decir, hay que ser muy descarado para hacer una serie de detectives, de policías y ladrones de toda la vida, en la que te presentan el asesinato en los primeros minutos y el espectador sabe desde el principio quién es el malo. Lo que queda de capítulo (suelen ser largos, entre 80 y 90 minutos) es seguir a Colombo durante una hora más para disfrutar "cómo va averiguando las cosas y cómo da con las pistas clave".
Y todo esto se rueda en casas, calles y campos de Los Ángeles. Siendo la ciudad que es, tan cinematográfica pero al mismo tiempo, tan oculta al espectador, es curioso ver esas casas, esos jardines, esos personajes tan estirados, esos teatros y auditorios. En definitiva, Colombo te enseña un Los Ángeles moderno y muy alejado de la España en blanco y negro que vivíamos a principios de los 70.
Y es curioso, ni Peter Falk, ni su gabardina ni su puro me han despertado entusiasmo hasta hace poco. Los que me conocen, aunque fumador, siento un odio profundo por el aroma del puro... y el tema del ojo de cristal siempre me dio cierto mal rollo.
Y ahora, en pleno fin de temporadas de todas las series que me gustan, sufriendo por si conoceré a la mujer de Ted Mosby, sí realmente la maquina de Walternativo va a destruir uno de los dos mundos paralelos o si Michael Scott se va de la oficina, es reconfortante saber que Colombo está ahí para acompañarme unos días más.
Dos cosas más: Peter Falk tiene Alzheimer, o sea, la enfermedad que más nos acojona a todos. Y mientras su familia, como siempre en Hollywood, se pelea por sus bienes - entre la hija de Falk y su nueva mujer está la cosa-, el bueno de Peter ya no se acuerda de nada ni de nadie.
La última foto que tenemos de él es esta, en la que un día se escapó de casa hecho un harapo - la policía tuvo que ir a por él- enrojecido de ira y diciendo cosas inconexas.
Definitivamente, una putada de tamaño colosal.
Por otra parte, por fin he rellenado una laguna que tengo desde que me tengo uso de razón y me gusta el cine: he visto el episodio de Colombo dirigido por Spielberg.
En todos los libros del cineasta americano se habla de su época dorada en la Universal, departamento de televisión. Spielberg llegó a realizar un montón de series y de ahí, le dieron la oportunidad de rodar la película de la semana. El tipo hizo "El diablo sobre ruedas"... Bueno, sólo recordarles que Spielberg es un genio. Nunca está de más decirlo.
Y siempre se habla de que el primer episodio de Colombo es de Spielberg. Hum... extraño juego con el lenguaje. Efectivamente, Spielberg es el director del primer episodio... pero antes hay otro episodio: el piloto.
Con esto quiero decir que los giros de Colombo, el diseño de la serie, el ritmo, la luz... todo estaba ya diseñado en el piloto (que es ese episodio que, según las audiencias que obtenga, tiene continuidad en forma de serie o no).
Y el episodio de Spielberg, escrito por Steve Bochco (por eso le llaman la época dorada de la televisión) está bien. Como todos. No hay atisbo de la personalidad de Spielberg, ni un movimiento de cámara que podamos decir "AHHH, AJÁ", ni cosas raras... ni se le ve reflejado en un espejo ni cruza el cielo una estrella fugaz... es un episodio normal, funcional... bueno, es Colombo, un episodio bueno, como todos.
Por último, un apunte: Colombo no era una serie en sí, sino que formaba parte del Mistery Night, que eran tres o cuatro series que compartían ese nombre genérico. Por eso, la producción de episodios era más cuidada (tocaba un episodio cada mes), y sí tenías mala suerte, te sentabas delante de la tele y veías McMillan y esposa o McCloud en vez de Colombo.
Por eso, no se extrañen si visitan sitios de mal vivir para bajarse la serie y descubren que cada temporada son sólo siete u ocho episodios.