Después de unos meses en los que
este blog necesitaba un merecido descanso (sobre todo porque empezaba a
aburrirme y entonces todo pierde su sentido) creo que se merece una vuelta a
lo grande con un comentario sobre la película de Los Miserables, mezclando dos
de las cosas que más me gustan en este mundo: el cine y el musical. Otro día
hablaré sobre comer y sobre mujeres, que también me gustan bastante.
Como todos saben (salvo que
vivan en otro planeta), la gracia de Los Miserables como película reside en que
en vez de hacer una adaptación musical como siempre se ha hecho, el director Tom
Hooper (El discurso del rey) ha hecho que los actores canten en directo en el
rodaje, o sea, nada de playback. Y esa decisión condiciona toda la película.
¿En qué condiciona la película
que los cantantes no hayan grabado previamente la voz? Para
empezar, las canciones se actúan de verdad, se deja de lado la perfección de la
dicción y las notas para dar paso al verdadero significado de la letra. Esto es
lo más obvio, pero hay mucho más. Para que los canciones tengan sentido
dramático, el director debe dejar los planos suficientemente largos para no
perder la musicalidad (si ya es difícil para un actor mantener la continuidad
de una secuencia, imagínense esa misma continuidad cantando).
Esos planos largos dan lugar a
un estilo de musical radicalmente diferente a lo que estamos acostumbrados. Si
entras y asumes ese estilo, entonces caes en el juego y te enfrentas a lo que
yo creo que es la mejor adaptación cinematográfica de un musical que han visto
mis ojos.
Hay cosas curiosas que contar acerca de la
adaptación.
Mucho se ha hablado sobre la nueva canción Suddenly. El
compositor dice que necesitaba una pieza que diera continuidad a una parte concreta que era muy íntima para el escenario y que,
por tanto, la adaptación al cine le da esta nueva oportunidad. Ya, ya…
Suddenly es un
caso claro de incorporar una canción para tener la oportunidad de ganar premios
a los que no se puede acceder con las otras canciones del musical porque no están compuestas
expresamente para el cine. De hecho, el argumento del compositor es surrealista: no hay canción más íntima que Bring Him Home, que sobre el escenario es
brutal y en la película, ciertamente, es todavía menos íntima.
Independientemente de esa gran mentira publicitaria,
Suddenly es una canción preciosa que encaja perfectamente con el resto de la
partitura. Por otra parte, la publicidad no nos dice nada de ciertas frases y
melodías de pocos segundos que no están en el musical y que aquí son necesarias para el entramado. Por no hablar de unos pocos segundos de música que si
estaban en el musical francés original y que se perdieron en el olvido cuando a mediados de
los 80 se adaptó radicalmente para el
escenario londinense. Y me refiero a unas notas que acompañan a Eponine en un
momento dado.
Todos los actores están bien. Pero hay tres caracterizaciones
que son, a mi parecer, espectaculares.
La primera es la renombrada Anne
Hathaway. Su personaje es uno de los más agradecidos del musical... pero es que ella lo borda. De hecho,
su desaparición supone un pequeño problema para la película porque, como
espectador, sabes que es improbable alcanzar las cotas de intensidad que han
tenido sus momentos. Y su canción I dreamed a dream, junto al elemento
estilístico del que hablábamos antes, o sea, no cortar las secuencias en decenas de planos, hace que su
primer plano mantenido prácticamente a lo largo de toda la canción haga que, este año, la Hathaway se lleve todos los premios existentes. Y de
verdad, se los merece. Yo creo que no había espectador en la sala al que no se
le haya roto el corazón.
El segundo personaje es, por supuesto, el de Hugh Jackman,
al que curiosamente nunca caracterizan con la barba que Valjean arrastra en
todas las puestas en escena teatrales. Jackman tiene un vibrato que me molesta… no en este papel, sino que siempre
me ha molestado… pero volvemos a lo de antes: su Valjean es actuado. Y hay un
momento significativo, justo antes de At the end of the day, cuando rompe sus
documentos de la condicional, en los que se le quiebra la voz que… bueno, yo
creo que se me saltaron las lágrimas.
Y el tercero ha sido toda una sorpresa: Marius. Con una voz
muy potente y una presencia brutal, consigue acaparar todas las miradas. Se
come sus escenas sin problemas y actúa con una credibilidad envidiable.
El resto cumple con su cometido correctamente: Rusell Crowe
está bien y hace un buen Javert, con las dimensiones que requiere (porque como
bien dice Valjean, Javert no es malo, sólo hace su trabajo). Y quizá Amanda
Seyfried sea el personaje que menos me convence (pero también es cierto que hay
muy pocas Cosette que me convenzan. Un papel muy alto, muy operístico y
engolado y con el que hay que poner la voz en un lugar muy complicado. Yo creo
que Cosette es el papel menos agradecido de la obra).
La puesta en escena del director es soberbia. Los primeros
cinco minutos te dejan completamente sobrecogido en la butaca… pero la creación
de las barricadas, el suicidio, el A heart full of love, la embestida, los
disparos a Gavroche… hay momentos en los que el director ha conseguido darle
dimensión a la historia del musical y hacerla cinematográfica… Porque hay unos
Miserables que funcionan muy bien sobre un escenario teatral y hay otros
Miserables que funcionan muy bien como película.
Y por último, la labor de Anne Dudley. Las nuevas
orquestaciones son espectaculares. Pero es que además, al estar hechas después
de rodar la película (mientras se grababa la película, los actores cantaban
acompañados de un piano) lo que han hecho es amoldarlas a las necesidades.
Como ejemplo, el magnífico final de Stars, que canta con
cierta tosquedad Rusell Crowe pero que llegado a un punto, la orquesta se
impone sobre su voz y ayuda a realizar la transición entre secuencias salvando
la papeleta al actor.
La película de Los Miserables es una obra perfecta, llena de
pequeños detalles que los amantes del musical adoramos: ligeros cambios en la
estructura, caras que reconocemos (ese obispo, ese obispo) y canciones que
desaparecen aunque quedan bien apuntadas en un par de acordes (así de repente,
me viene a la cabeza el Turning, Turning o el Thenardier en las cloacas).
Cuando leí la forma en la que se iba a rodar Los Miserables creí que
era un error mayúsculo (¿quién deja de lado la perfección vocal de lado en un
musical?). Pero me quito el sobrero ante Tom Hooper. Su forma de rodar es tan
inusual, tan innovadora, que no dudo que le lloverán palos de críticos
paletos (y hay muchos escribiendo en medios profesionales). Pero aquí hay talento en cada uno de sus fotogramas. Y cuando has
visto mucho cine y te conoces este musical al dedillo es muy complicado que te
sorprendan. Y yo estoy completamente noqueado por la experiencia. Mi película
mental, esa que he construido a lo
largo de los años cada vez que veía el musical, era muchísimo peor que esta (y eso que
es mucho más fácil imaginar una película que rodarla).
Ahora para ser feliz, necesito que salga un BluRay en
condiciones.