31 julio, 2012

En casa de Cases



Hace un mes, en el Festival de Córdoba, surgió una de esas invitaciones a las que uno no se puede negar: los que habíamos colaborado en el disco del compositor Carles Cases estábamos invitados a un concierto en su casa.

Tanto el lugar como la fecha eran totalmente inadecuados para mí, por eso en vez de hacer unas mini vacaciones, lo que hice fue planear un viaje relámpago inhumano que me obligaba, literalmente, a pasar una noche sin dormir e incorporarme al trabajo directamente desde el aeropuerto.
Desde la ventana de su estudio

Al mismo tiempo, la distancia entre Barcelona y la casa de Carles no es moco de pavo. Tenía que alquilar un coche y estar unas cuantas horas al volante. Es importante saber que no estaba solo sino que contaba con la inestimable colaboración de Paco Dolz y la ayuda del gran Pol Turrents.

¿Valió la pena todo esto? ¡Sin duda! No sólo asistía a un concierto íntimo (éramos unas quince personas) sino que en el aspecto más friki del asunto, se celebraba en territorio personal del compositor. Además de disfrutar con su música, íbamos a conocer el lugar de trabajo del que han salido un buen puñado de obras maestras.

El concierto se celebró en el estudio de Cases. Aunque la foto está clarita, el estudio está junto a la casa y ubicado en pleno bosque, entre árboles y vacas. El compositor nos recibió con una gran sonrisa y enseguida se unió a su grupo (en total eran cuatro músicos) y desgranó uno por uno, los temas de Dancing, el nuevo disco.

Quince personas dentro de un estudio es algo muy íntimo y disfrutamos del concierto a menos de un metro del compositor. Un auténtico lujo.

Merendola tras concierto
Después del concierto, me quedé curioseando su lugar de trabajo (en un acto casi de violación del espacio personal) y le saqué una foto al escritorio de su ordenador – con todas sus bandas sonoras ordenadas alfabéticamente...

Cases tuvo la gentileza de acercarse y contarme el programa que utilizaba para componer, enseñarme la mesa donde escribe y contar un par de anécdotas (“al director de cine le gusta más mi música si se la enseño en la pantalla grande” mientras señalaba el lienzo de una pantalla del tamaño de una pared). Y además, me hice con un incunable: un auténtico disco de cine original, ya que mientras miraba sus carpetas de bandas sonoras en el ordenador, Carles me preguntó si me faltaba alguna. Como Fotos, la película de Elio Quiroga, tiene un tema absolutamente fantástico… sobre la marcha, metió un CD virgen serigrafiado con su nombre y me la grabó: un auténtico y genuino CD de cine original que, además, firmó.

Por otro lado, la persona fundamental para que se celebrara este encuentro es Montse, que se merece unos párrafos aparte.

La mujer de Carles Cases ha sido en todo momento la gran artífice del asunto. Es la persona que ha organizado el concierto para que todo pudiéramos estar allí, mandando emails, planos, mediante llamadas... Es la que le susurra a Carles el nombre que debe decir (“él es Sergio”) y lo más importante, la que nos brindó una decena de bizcochos cocinados por ella tras el concierto, dando pie a una reunión que se alargó entre risas y anécdotas.

La experiencia fue única y este pequeño vídeo hecho con un miserable móvil no da la talla del evento:

17 julio, 2012

Jim Henson / Frank Oz


Terminado FIMUCITE en Tenerife, en el que he disfrutado de dos conciertos apoteósicos (James Newton Howard y un homenaje a la Universal), vuelvo relajado y con el presente laboral discretamente arreglado. La vida sigue.

Hoy, en una de esas conversaciones con mi hija en la que parece que todo es negro, me he sorprendido a mi mismo con una respuesta. Estábamos hablando de RENT y la repentina muerte de Jonathan Larson... pero antes habíamos hablado de las peleas de los hermanos Cano y la separación del Mecano... y un poquito antes de Howard Ashman y Christopher Reeve... bueno, en realidad, era un desastre de conversación en la que todo el mundo moría o se separaba... Era evidente que se me había ido de las manos. Pues en esa vorágine me preguntó: ¿Pero quién famoso no se ha separado de su pareja de trabajo y se lo pasaba bien? Y no sé muy bien porqué, como una respuesta automática, le he dicho: Jim Henson y Frank Oz.

Estuvimos hablando un rato de ellos dos y cuando mi hija se ha ido a la cama, he seguido dándole vueltas a la cabeza. La historia de esta pareja es, sencillamente, desbordante. Jim Henson es, como todos sabemos (y en la foto queda clarito), la mente creadora de los Muppets, de Barrio Sésamo y de todo muñeco que se precie. Su talante, su capacidad para contar las historias más increíbles en dos minutos y sobre todo, la de llevar una empresa multimillonaria como si fuera un grupo de gamberros que se quedaban hasta altas horas de la madrugada grabando sketches porque, simplemente, se partían de risa, es impresionante.

Cuentan que las mejores escenas salían a las tantas de la noche, cuando cansados, alguno decía alguna línea fuera de guión y entonces, entre lágrimas de risa y un sufrimiento atroz para no estropear la grabación se mordían la lengua y se pellizcaban las piernas.

Su compañero de andadura era el hoy director de cine, Frank Oz. Hoy todos lo conocen por ser un director de cine reputado, con trabajos como La tienda de los horrores, Un par de seductores o Bowfinger... y los más frikis por encarnar al maestro Yoda en la saga galáctica.

Pero Frank Oz era la mano derecha de Henson, el compañero de fatigas, el amigo de negocios que tienes a tu lado... todo lo que tenía de serio Oz, lo tenía de hilarante Henson. Trabajaban codo con codo (y esta frase esta vez es literal). Si Henson era Gustavo (Kermit), Oz era Miss Peggy. Y si Oz era Blas (Bert), Oz era Epi (Ernie). Y así, mil series de televisión, mil programas educativos, bastantes películas y mucho, mucho dinero. 

Y aún así, siendo los grandes jefes de una compañía multimillonaria, lejos de estar sentados en un escritorio, Henson y Oz se seguían enfundando la rana y la cerdita cada tarde.

Con la muerte de Jim Henson, llorada por todo el mundo que lo conoció y por parte de la gente que no lo conoció, hizo que Oz, que ya tenía encaminada una carrera independiente, terminara por desligarse casi totalmente de la compañía. Hoy día se puede ver alguna película en la que Oz colabora en calidad de leyenda, aunque cada vez menos.

Y aún así, habiendo trabajado codo con codo durante más de 25 años, me sorprende este vídeo que he encontrado. Sencillamente, es espectacular y explica muy bien esa relación. Se trata del funeral de Jim Henson en el año 1.990, y se trata del momento en el que Frank Oz le dedica unas palabras. No se si estoy especialmente sensible, pero son ocho minutos mágicos, en donde uno no para de reír... hasta el final, en donde la emoción traiciona a su compañero de trabajo.

Sólo soy un bloguero en una esquinita del mundo, sin muchos lectores y algo apático, pero saber que con mis líneas le doy un poquito más de vida a Jim Henson, por un ratito me hace feliz.


PD: Si quereís seguir investigando, en ese funeral hasta se canta Being Green... una triste delicia.

06 julio, 2012

Mapas Sonoros en Córdoba 2012

Sin alargar la historia demasiado, la crisis unida a un cambio político en el Ayuntamiento de Úbeda ha movido el Festival de Música de Cine a Córdoba. No quiero ni pensar en lo dramático que ha tenido que ser para la organización volver a ajustar todos los parámetros de organizar un Festival moviendo fichas hasta los últimos días.

Estos movimientos se han notado a nivel usuario en detalles como cierta falta de organización, alguna conferencia desaparecida, y en que muchas veces nos enterábamos de las cosas por el boca a oído -"oye, que me han dicho que..."

Siempre he defendido la magia de Úbeda - entre otras cosas porque es tan complicado llegar a la ciudad que, de alguna forma, todos los que acudíamos estábamos completamente locos y se formaba un grupo muy unido de gente que adoraba la música de cine. Sin espontáneos.

Pero como en tantas cosas en esta vida, me equivoqué completamente, porque lo importante es la calidad de la gente y Córdoba ha demostrado ser un lugar perfecto para la música de cine, tanto por instalaciones como por la magia que desprende - y además, se puede comer a altas horas de la madrugada, a la salida de un concierto e incluso, tomarse algo en un hermoso patio cordobés.

Los invitados de este año no eran los idóneos para un servidor - lo que no quiere decir que sean malos, simplemente no son de mi estilo. Ni sigo a Richard Bellis (del que tuve que leer algo durante la conferencia porque no me sonaba de nada), ni Trevor Morris (que hace un montón de series de televisión... pero justo las que no veo: Los Pilares de la Tierra, Los Tudor...); y la verdad, siempre que pongo un ejemplo de músico que no me interesa, saco a colación a Cliff Martínez, que fue otro de los compositores invitados.

En realidad, no es culpa del Festival. La carencia de ideas musicales en estos años es francamente asombrosa. Y nos podemos dar con un canto en los dientes por haber podido disfrutar en estos pocos años de Música de Cine en Úbeda de la calidad de Patrick Doyle o Dave Grusin, que son claramente primeras figuras.

Pero en estos últimos años hemos pasado de magníficas melodías en las bandas sonoras a lo que Cliff Martínez denominó Mapas Sonoros. Música que acompaña a las imágenes con sonidos y ruidos... o sea, una evolución de la melodía pura a una especie de mapa sonoro para la película. El concepto es muy, muy interesante, pero como melómano y espectador, no me dice absolutamente nada.

Pero asistieron tres personas que, para mí, eran muy interesantes: el gran Christopher Young, que repetía con nosotros. Prototipo de compositor excéntrico con camisas imposibles y machacado por algunos excesos del pasado. Young es un genio, no sólo por su música sino por su forma de ganarse a la gente. Pero no nos engañemos, tanto "te quiero", "eres mi familia" o "esta comida la pago yo"... esconde a uno de los mejores músicos de cine de los últimos treinta años. No repaso su filmografía porque tienen Google a mano. Poder abrazar a Chris, verle pasearse por Córdoba y disfrutar más que nosotros del evento es un privilegio único.

La segunda sorpresa vino de la mano de Murray Gold, que no lo conocía porque no soy seguidor de la serie Doctor Who, pero demostró sus buenas dotes como comunicador en una conferencia francamente interesante y las cosas que he escuchado de él me tienen asombrado. Para mí, uno de esos descubrimientos que hace que viajar miles de kilómetros a un Festival de Música adquiera todo su sentido.

Y por último, algo que todos sabíamos: el gran Carles Cases. Genio y figura. No deja de ser extraño que en el concierto general no tocaran ninguna pieza suya, aunque el último día tenía un concierto exclusivo con su grupo (y la colaboración de Mark Isham en la trompeta). Para el que no lo sepa, Cases es uno de los grandes melódicos que hay en España y me da la sensación de que lleva años oculto en las sombras, sólo conocido por los fanáticos de la música de cine. 

Mi amor por Cases no es repentino. Llevo un par de décadas preguntándome cómo sería este tipo, posiblemente desde que hace tropecientos años escuchara la melodía de Fotos, que según sus palabras "era un música muy majita". Y sin llegar a ser tan excéntrico como Young, cuando hablas con Cases es fácil que pierda la mirada y esté pensando mil cosas al mismo tiempo. Supongo que perdido en ese espacio creativo reservado para unos pocos.

Conciertos hubo varios, largos, prometedores, clásicos y maravillosos. El que más me gustó fue uno de cine clásico, que estuvo francamente bien seleccionado y con piezas de Waxman, Jarre, Tiomkin (con la presencia de su viuda, conferencia a la que habría ido de haberme enterado de que estaba)... una auténtica maravilla.

Eso sí, esa misma noche había dos conciertos seguidos y el segundo terminó a las 3:30 de la madrugada. Adoro la música de cine, pero si con tantos aplausos la orquesta decide hacer un bis, yo me suicido allí mismo.

En definitiva, una experiencia que, como todos los años, es casi sobrenatural. Y no me canso de ver viejas caras conocidas. tipos tan locos como yo - en algunos casos mucho más- con los que puedes hablar de Goldsmith y Herrmann como si se tratara de cualquier grupo de moda. 

Y cuando hay tanto concierto, tantos amigos, tanta cordobesa guapa y tanta Mezquita... pues uno sólo piensa en volver. El año que viene la organización no tiene que volver a mudarse y tendrán más tiempo para anunciar el evento, poner las cosas más claritas y sobre todo, disfrutar más de estos cuatro días - que supongo que también les apetecerá. Están haciendo una labor endiabladamente complicada y deben saber que todos estamos profundamente agradecidos por esos días que nos regalan.

En el primer concierto, subí a la última fila del segundo piso para grabar Avengers de Silvestri: