17 septiembre, 2013

Behind the candelabra

Una pena que ya no se vean películas tan arriesgadas en la sala grande

Si no has visto Behind the candelabra es porque, al igual que la interesante The Girl, es una película realizada para televisión. Antiguamente, las TV Movies que tenían cierta relevancia en EE.UU. se estrenaban en Europa en sala grande, como lo hizo la estimulante Duel, de Steven Spielberg. Pero hoy día las estrena Canal+ o en su defecto, salen rápidamente en formato doméstico.

O la puedes descargar de Internet.

Y lo voy a decir directamente, sin misterios: Behind the  candelabra es una obra maestra muy arriesgada, y hasta que Gravity llene mi vacío existencial, de lo mejor que he visto este año.

La empecé a ver sin mucho entusiasmo porque, a pesar de que la televisión de hoy día es una auténtica maravilla, mi educación setentera y ochentera me ha convertido en un escéptico con las TV Movies, que en mi época eran infumables, con muchas historias familiares de superación y enfermedades variadas. Horroroso.

Las películas hechas para televisión suelen presentar siempre los mismos defectos: guiones demasiado sentimentales, actores bastante cutres y el plano de la grúa sobre una calle llena de casas adosadas con jardines muy verdes.

Son varias las cosas que no me debían gustar de Behind the Candelabra, empezando por su director Steven Soderbergh, del que no me fío ni un pelo. Aunque tiene cosas que me gustan (normal en un tipo que estrena dos películas al mismo tiempo y que posiblemente sea el más prolífico del cine americano actual), la realidad es que no me ofrece ninguna garantía. Me ha hecho pasar buenos ratos... pero también me ha hecho agonizar con películas soberanamente aburridas.

Por otra parte, ninguno de los tres actores son santo de mi devoción. No me acaba de gustar Matt Damon (aunque al contrario que otros actores, tiene un gusto exquisito para escoger las películas en las que sale). Michael Douglas siempre me ha parecido que sobreactúa, incluso en sus mejores películas (y sí, incluyo su Oscar de Wall Street) y creo que el apellido le queda un poco grande (aunque esto, definitivamente no es culpa suya). Y por último, Debbie Reynolds, que sí, que era maravillosa en Cantando bajo la lluvia pero que siempre ha pecado de una excesiva sonrisa y de aparentar más años de los que tiene. Y parte de mi predisposición negativa hacía ella es por todo lo que sabemos a través de su hija, la princesa Leia.

Y dicho esto: me trago el último párrafo. En Behind the Candelabra, Michael Douglas está brillante en su papel de Liberace. Douglas desaparece tras el maquillaje para dar paso a un personaje de esos que se queda para siempre en nuestra cabeza (y francamente muy, muy bien escrito).

Debbie Reynolds
Matt Damon borda sus escenas y lleva el peso del relato con una autoridad que pone la piel de gallina y Debbie Reynolds es... espectacular. En este último caso, quiero dejar claro que al no existir créditos de comienzo, no tenía ni idea de quien era la actriz que hacía de madre (tiene mucho maquillaje y algunas prótesis que cambian su cara sustancialmente), pero si tenía claro que era extranjera y que era buenísima. Me quedé de piedra cuando descubrí que era la Reynolds, que no es precisamente extranjera.

La historia trata de la relación sentimental entre dos hombres en los años 80. Se ve mucha joya, mucho anillo y mucho paquete... pero la historia es real: los últimos años de Liberace, un pianista “one man show” de Las Vegas que era un auténtico bestia con el instrumento (el musical). Yo no conocía a Liberace hasta que ví la película pero ahora, viendo sus numerosos vídeos en Youtube, sólo veo a Michael Douglas y no al verdadero Liberace (y esto es un giro de mi sentido de la percepción bastante curioso).

Se que a primera vista da mucha pereza pero es de lo mejorcito de este año. Dentro de pocos días se entregan los Emmy. En un mundo justo, Behind the Candelabra sería la gran ganadora. Lo que si tengo claro es que Douglas será el justo ganador por el papel de su vida.

Una última cosa: con el doblaje podemos arruinar el visionado. La sutileza de Douglas y su forma de arrastrar las palabras es digna de oírse en versión original. No digo que vayamos a destrozar la película, pero es tan fácil convertir a los dos protagonistas en simples parodias...

Atentos al pianista. Grande Douglas: